sábado, 30 de enero de 2010

Terremoto de Haití: impresiones de un desastre


Fecha: Febrero 2010
Ruta: Santo Domingo - Puerto Príncipe. Vuelo de UNHASS


Una vez más, volando desde República Dominicana hacia Haití. El vuelo local tiene la ventaja de que es de baja altura y se puede observar con más detenimiento el paisaje dominicano y el haitiano. Impresionantes los riscos blancos de la costa caribeña de la isla, o las montañas cortadas con hacha en las cercanías de Jacmel.

Esta vez, sin embargo, todo el mundo va nervioso, fotografiando y mirando, preparándose para algo que sabemos será impactante y llegará pronto. Efectivamente, desde el aire se puede comenzar a percibir la destrucción de la ciudad. Los nuevos baldíos, los escombros y los grandes campamentos de personas sin casa, que sin duda alguna tienden a hacerse más grandes. 




El avión aterriza y se sale a un campo del aeropuerto. Nadie nos dice nada. Cada cual carga su maleta, o sus mochilas y comenzamos a caminar por la pista, cuidadosos de que no venga o un avión o un carro militar. Helicópteros, aviones militares a granel o pequeñas avionetas con el piloto sentado en la rampa comiéndose su ración, quizás la única del día. Hay largas filas de gente esperando para salir, miran con ansiedad los aviones y obedecen las órdenes de los militares. Nadie se fija en la bandera que lleva, órdenes son órdenes y salir del aeropuerto es la prioridad, sin duda.

Este vacío o al contrario, esta aglomeración de autoridad, la viví en carne propia. Como no había nadie esperando, ni dirigiendo, opté por buscar alguien que me sellara el pasaporte, para luego salir al conocido caos de la zona de espera de vuelos. Al salir, observé un caos multiplicado, ahora no solo con las decenas de haitianos que buscaban algún dinero cargando maletas, sino decenas de cooperantes de todo tipo y color, buscando como salir de ahí o como contactar a sus agencias. Me aproximé a una carpa que parecía muy organizada, quería pedir información para encontrarme con la gente de las Naciones Unidas que en teoría me iba a buscar. Eran oficiales de migración y aduana gringa, uno de ellos, muy amablemente comenzó a darme información. Su jefe lo interrumpió y me comenzó a interrogar – ¿adonde va? Yo le dije que estaba llegando y solo quería un dato – este no es el inicio de la fila, debió entrar por el otro lado – ¡pero si no hay nadie! –  le dije – your ID!, me dijo con voz elevada. –   ¿Con que jurisdicción me pide usted a mi una identificación?, le respondí. El tipo se comenzó a levantar, le hice un gesto de amistad con el dedo medio y me regresé a esperar, bajo el solcito de Puerto Príncipe. 

Así la situación, no más llegando se puede percibir el enorme caos que aún reina en el país. Con miles de militares, muchos más de los que ya había antes, policías rubios de bandera indefinida, pero iguales gestos, y un sinfín de voluntarios que llegan, algunos orientados por alguien, otros con la sola intensión de poder hacer algo.

Vacío de autoridad y un gobierno que se sacude poco a poco y comienza, por lo menos a reclamar. Habrá que ver que tanto podrá lograr, además del reclamo, porque gobernar desde una tienda de campaña no es tarea fácil.





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Luis Rolando Durán
América Latuanis

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