lunes, 18 de enero de 2010

Terremoto en Haití: ¿Se puede reducir la crisis?


La bahía de Puerto Príncipe. Vista desde el hotel Montana, destruido por el terremoto


Fecha: 17 de enero de 2010
En días de terremoto

¿Quién gobierna en Haití? ¿Quién decide sobre la suerte de un pueblo con las entrañas abiertas?: la atención de los heridos, la disposición de los cadáveres, la limpieza de las vías, la seguridad. La distribución de alimento y agua. El abrigo. Parece la lista básica de un curso inicial de asistencia humanitaria. Pero no lo es. Es la realidad apremiante de un pueblo afectado hasta la raíz de su historia. Más aún: la recuperación, el regreso a una vida que nunca podrá ser siquiera igual, aunque igual quisiera decir miseria y carestía. La dinamización de la economía absolutamente básica que al menos permita sobrevivir por cuenta propia, algo que los haitianos saben hacer muy bien. ¿Quiénes deciden sobre esto? esa es la gran pregunta.

El trabajo de tanta gente, de tantos haitianos, extranjeros, visitantes de paso, militares, cooperantes, ha sido heroico. Sin temor a lugares comunes vale decir eso. Con grandes palabras. A todas esas personas hay que manifestarles el respeto y la admiración. Sin política mezquina que busca la bandera que llevan en el brazo para decidir si lo hicieron bien o no. Cada cual con su estilo, bien o mejor, ha estado aportando, contribuyendo, con el carácter humanitario por delante.

Sin embargo, el momento de solidaridad y las buenas intensiones que vienen a la par de las escenas de dolor y sufrimiento, terminará muy pronto. Siempre pasa, y en esta tragedia cabe predecir que el vacío que característica el paso de la asistencia humanitaria a la recuperación y la reconstrucción podría ser aún más caótico, con riesgo de profundizar significativamente el impacto ya de por sí inconmensurable. Haití es un país intervenido desde hace muchos años, con un Gobierno que es y no es. Con un abordaje internacional equivocado, que nunca logró comprender la realidad de este país. Sus características propias que lo diferencian tanto de sus vecinos en América Latina y en el Caribe. Haití requiere soluciones haitianas, eso ya deberíamos aprenderlo.

Hoy se reúnen los cancilleres de la Unión Europea para “consensuar” su posición frente a la catástrofe. El presidente Obama ha encargado a Clinton y a W para que coordinen la recolección de recursos para Haití. En América Latina, más desorganizadamente, también se trata de coordinar la asistencia. Consensuar es una palabra clave, fundamental en este momento. Consensuar para que Haití no se convierta en un patio de lucha entre fuerzas políticas que se disputan terreno en la región; para que nadie se pelee por los muertos o por los vivos, con más atención a las cifras que a las personas por quienes disputan; para enviar a Haití especialistas que conocen su realidad y sobre todo que respetan a su pueblo, no a tecnócratas y sabeloto que llegan con recetas inservibles. 

Algunos presidentes ya han amenazado con llegar a Haití. A qué, me pregunto yo. A tomarse fotos con quien? No se debe lucrar políticamente con el dolor de un pueblo.

Haití requiere apoyo para restituir su gobernabilidad. Lo más pronto posible. Nadie más debe, ni puede hacerlo. Ni las Naciones Unidas, ni los gringos, ni los franceses. Los haitianos. Gran parte del esfuerzo en esta etapa siguiente debe concentrarse en restituir esa capacidad, porque solo de ahí podrán salir las soluciones que le sirven a este pueblo. Este es el reto principal que enfrentan los sistemas políticos internacionales: Las Naciones Unidas, fundamentalmente, la Unión Europea, la OEA, el SICA, el CARICOM y la UNASUR.

Naciones Unidas - no los cascos azules, sino sus organizaciones de desarrollo - deberá reponerse y consolidar su posición, crucial y necesaria para que exista un interlocutor válido entre las autoridades nacionales y los cooperantes. 

Solo así se podrá evitar el reparto perverso de los restos de un país.



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Luis Rolando Durán
América Latuanis



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