Los problemas de Haití no se entienden ni
se resuelven con un “meme” o con una foto llena de cifras especuladoras que
muestran un país postrado. Tampoco porque alguien cuestione a quienes fueron
solidarios con Paris, Orlando o Bruselas. La solidaridad no es algo que se
juega a las cartas o al quien de más. Poco contribuye criticar a quien es
solidario con algo, cuando el problema está en quienes no son solidarios con nada.
Haití es un país que sufre una
vulnerabilidad extrema, basada en causas estructurales cuya explicación se debe
buscar en la historia de un pueblo explotado por unos y por otros, con una
degradación ambiental quizás sin comparación en el mundo, con unos niveles de
pobreza e inaccesibilidad que llevan a su población a una lucha diaria por la
subsistencia y con un gobierno que aún no asume en su totalidad la conducción
política, social y económica del Estado.
Ahí el largo plazo o el desarrollo son
poco más que palabras bonitas o bien aspiraciones reales que se deben
comprender en la escala y el contexto de quienes lo viven, no de quienes
llegamos de afuera con nuestras motivaciones algunas veces ingenuas y otras
veces arrogantes y desinformadas.
Las catástrofes, grandes o pequeñas,
forman parte de la vida cotidiana del pueblo haitiano. La gran mayoría no salen
a la prensa, porque no son cifras gigantescas que llenarán de “hits” las
publicaciones, o que serán "reposteadas" por miles o millones de personas,
apelando a una solidaridad generalmente teórica, basada en la comodidad del
sillón y el efecto efímero de la internet.
Estaba en el norte de Haití cuando
llegaron las primeras noticias de lo que entonces ya se pensaba que podría
llegar a ser el peor huracán de la temporada. Precisamente me encontraba
trabajando en el Centro de Operaciones de Emergencia del Departamento del
Norte, en Cap Haitien. Pude atestiguar un seguimiento cercano del fenómeno por
parte de las autoridades haitianas, sus representantes en el territorio y sus
socios y aliados internacionales. El desarrollo del fenómeno y su potencial de
impacto estuvo lejos de la imagen que muchos transmiten, de falta de
información o de indecisión. El sistema nacional se articuló y comenzó a
funcionar a tiempo, analizando y pasando información, activando protocolos y
tratando de generar una respuesta, en el contexto de capacidades con las que
dispone el país.
El Centro de Operaciones de Emergencia
Nacional se movilizó y las alertas fueron enviadas por los diferentes medios
que se cuenta y que han sido organizados , preparados y probados con
anterioridad: Comunicación directa con los comités departamentales, municipales
y locales; envío de mensajería sms, con amplia cobertura en todo el país,
twiter, Facebook, avisos por los medios de comunicación y en muchos casos
puerta a puerta. Procesos de evacuación y atención a la población, probados año
a año en simulacros , simulaciones y frecuentes eventos reales, fueron puestos en marcha.
Las evacuaciones comenzaron a realizarse
mucho antes del impacto del huracán, con lo cual miles de vidas fueron
salvadas. (Claro, a pocos le interesa publicar las vidas que se salvaron y los
bienes que se protegieron, porque las buenas noticias no venden).
(En las calles, en las iglesias, en la radio, en la televisión, por teléfono ... todos nosotros para hacer que pase el mensaje...)
El cuatro de octubre el huracán tocó
tierra haitiana, con una capacidad de devastación que pondría en serios
aprietos a cualquier gobierno y a cualquier estructura de respuesta. Son muchas
las pérdidas de vidas humanas y los daños a una población y un país que viven
con poco y pierden mucho. Los vientos fuertes del huracán destruyeron
edificaciones y casas de todo tipo. La destrucción en las ciudades de los
departamentos de Nippes, Grande Anse y Sud es sumamente elevada.
Una catástrofe, de nuevo. De nuevo Haití.
La atención internacional está de nuevo
puesta en este país. Una gran parte de la prensa informa permanentemente balances del impacto. Sin ninguna fuente acreditable, llenan los espacios televisivos y virtuales.
También hay una gran movilización internacional de apoyo. En buena medida una movilización responsable por parte de las agencias especializadas. Sin embargo, también mucha de esta movilización, mucha de esta información, no se basa en la situación real del país. Un evento de este tipo requiere tiempo para la evaluación real y certera de los daños. No se puede hacer a vuelo de pájaro, o basado en entrevistas puntuales sobre la percepción o la opinión de personas o autoridades. Las prioridades mayores en los primeros días son la atención médica, la atención humanitaria y el manejo de los incidentes que continúan dándose, porque las aguas no bajan solo porque el huracán se fue. Las instituciones haitianas, apoyadas por la cooperación internacional especializada, hacen su mayor esfuerzo para aportar información objetiva y creíble, pero no todo el mundo tiene la paciencia necesaria, o el respeto que se le debe a las instituciones y a las personas que llevan años lidiando con el problema del riesgo y los desastres en el día a día.
También hay una gran movilización internacional de apoyo. En buena medida una movilización responsable por parte de las agencias especializadas. Sin embargo, también mucha de esta movilización, mucha de esta información, no se basa en la situación real del país. Un evento de este tipo requiere tiempo para la evaluación real y certera de los daños. No se puede hacer a vuelo de pájaro, o basado en entrevistas puntuales sobre la percepción o la opinión de personas o autoridades. Las prioridades mayores en los primeros días son la atención médica, la atención humanitaria y el manejo de los incidentes que continúan dándose, porque las aguas no bajan solo porque el huracán se fue. Las instituciones haitianas, apoyadas por la cooperación internacional especializada, hacen su mayor esfuerzo para aportar información objetiva y creíble, pero no todo el mundo tiene la paciencia necesaria, o el respeto que se le debe a las instituciones y a las personas que llevan años lidiando con el problema del riesgo y los desastres en el día a día.
La mayoría de cifras que se ven en la
prensa o en las redes sociales están basadas en un único criterio: la mayor
posible, porque la cifra mayor es la esperada, la que más suena, la que más
será vista. También las que hablan de incapacidad en la respuesta, o de
abandono. Es preciso entender que las condiciones que se miran en las imágenes
y los videos son las que estaban antes del huracán. El evento las exacerba a
niveles máximos, pero no las crea, no las inventa. Si hay desatención, si hay
pobreza, si hay deforestación y subempleo, no fue porque empezó en octubre de
2016. Entonces, si nos preocupa Haití, y queremos ser solidarios, no podemos
serlo únicamente cuando un evento máximo se dispara.
Cuando pase la fase de respuesta
humanitaria, volverán las grandes preguntas. Los porqués. Será el momento de
demostrar una real capacidad de comprensión de las particularidades del país y
sus necesidades. Haití no necesita un flujo masivo de misiones que se
atropellan en el aeropuerto; de dedos señalando enjuiciadores lo que se debió haber hecho; o de fondos amarrados a condiciones que el país
nunca podrá llenar. De nada sirve el ofrecimiento irresponsable de millones de
euros o dólares o yuans, que se quedarán en el limbo de las promesas que solo
sirven después para desacreditar a quienes tendrían que implementar cosas
inviables.
Lo que Haití más necesita es un apoyo
basado en sus condiciones reales, en su proceso histórico. La descentralización
no se hará por arte de magia, solo porque queremos transferirle fondos a los
gobiernos territoriales; las instituciones no serán fuertes sin presupuestos,
sin salarios que permitan retener a las personas con capacidades técnicas
adecuadas. Las intervenciones necesarias no siempre serán sostenibles, porque
la sostenibilidad es una condición compleja que sobrepasa las demandas de un
donante. Las condiciones de gobernabilidad tienen que estudiarse y entenderse,
y por más frustrante que pueda ser el escenario, es el que es, y quienes
cooperan deben adaptarse a él, para ayudar a cambiarlo con más creatividad que
grandes palabras.
Lo que Haití necesita son sistemas de
alerta temprana que se basen en las capacidades comunitarias y en las
posibilidades reales de la estructura institucional para absorber y mantener
las soluciones. De nada sirven sistemas tecnológicos, diseñados para contextos
completamente diferentes, pero que en países como Haití, y muchos otros de
América Latina, son insostenibles en medio de grandes disparidades
territoriales, donde precisamente las zonas más vulnerables son las que menos
capacidad de absorción tienen.
El eufemismo de “la última milla” con el
que se nombra la incapacidad de llevar las soluciones a las comunidades
expuestas, es como un acto de contrición ex-ante. Supuestamente, después de
analizar el riesgo, vigilar y avaluar los fenómenos naturales y hacer
modificaciones institucionales, algún día, la mágica premonición de los
satélites llegaría a las personas que viven en el litoral o al borde de los
ríos que se desbordan. Ningún satélite o radar puede sustituir a la
organización comunitaria, al trabajo respetuoso y sereno que se requiere para
reforzar las capacidades locales, para garantizar una base autónoma de
respuesta y acción. No es un asunto de dinero que llega o no llega, no es la
marca o el tipo de tecnología. Es el enfoque. Es el compromiso real con las
personas.
En Haití, con todo lo difícil de un
contexto extremo de carestía, hay ejemplos de sostenibilidad, de trabajo local, de resiliencia, de proyectos comunitarios exitosos, de organización que funciona en la dimensión haitiana, no en el estándar
externo que todo lo quiere homogenizar, para que sea más fácil de monitorear y
reportar.
Es el tiempo de apoyar a un país
devastado pero no vencido. La población haitiana es probablemente la más
resiliente que hay en nuestro continente. Sabe salir de las crisis que les
golpean constantemente, sin mucha atención a las reglas ni a lo establecido,
sin preocuparse demasiado por los juicios y las calificaciones externas, pero
siempre sonriendo, consientes de que al final, son ellos quienes se quedan.
La grandilocuencia es innecesaria,
irrelevante. Las fotos en Facebook no llevan comida a un albergue, ni alivian
el dolor de una madre o de un anciano. Las comparaciones sin rigor no
fortalecen a nadie. Si queremos ser solidarios con Haití, tenemos que hacerlo
con respeto. Valorando a su gente, a sus instituciones, a los socios que
trabajan codo a codo con su población y sus organizaciones.
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Luis Rolando Durán Vargas
América Latuanis
Fotos e información:
Pwoteksyon Sivil Se Nou Tout
![]() |
4 de octubre. Aviso de Electricidad de Haití sobre la apertura preventiva de represas |
![]() |
Personal voluntario de la Protección Civil, usando todos los medios disponibles |
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Lire en français
Solidarité avec Haïti ?
Les
problèmes d’Haïti ne peuvent être compris ni résolus avec un « mème » ni avec une photo pleine de
chiffres hypothétiques qui dépeignent un pays à genou. Ils ne le sont pas davantage
lorsqu’on remet en question ceux qui ont été solidaires avec Paris, Orlando ou
Bruxelles. La solidarité n’est
pas le fruit du hasard ou l’apanage de ceux
qui donnent le plus. Rien ne sert de critiquer ceux qui sont solidaires
avec quelque chose, alors que le problème vient de ceux qui ne sont solidaires de
rien.
Haïti est
un pays qui souffre d’une vulnérabilité extrême, due à des raisons structurelles
dont on doit chercher la cause dans l’histoire d’un peuple exploité par les uns
et les autres, un pays qui connaît une
dégradation environnementale sans doute unique au monde et des niveaux de
pauvreté et d'inaccessibilité qui imposent à sa population une lutte
quotidienne pour la survie, et où le gouvernement n’assume pas encore
complètement la gestion politique, sociale et économique de l'État.
Ici, les
concepts de « long terme » ou de « développement » ne sont
guère plus que de jolis mots ou encore des aspirations réelles, mais qui
doivent être comprises dans le contexte de ceux qui le vivent, non pas de nous
qui arrivons de l’extérieur avec nos motivations parfois ingénues et parfois
arrogantes et mal informées.
Les
catastrophes, grandes ou petites, font partie de la vie quotidienne du peuple haïtien.
La grande majorité d’entre elles ne font pas les manchettes, parce que ce ne
sont pas des chiffres gigantesques qui vont générer une multitude de clics pour
les publications, ou qui seront republiées par des milliers ou des millions de
personnes, faisant appel à une solidarité généralement théorique, qui repose
sur le confort du fauteuil et l'effet éphémère d'Internet.
J’étais
dans le nord d’Haïti quand nous avons reçu les premières nouvelles de ce que l’on
croyait déjà pourrait être le pire ouragan de la saison. Je travaillais
précisément au Centre d'Opérations d'Urgence du Département du Nord, à Cap Haïtien.
J’ai pu être témoin du fait que les autorités haïtiennes, ses représentants sur
le territoire et ses partenaires et alliés internationaux ont surveillé le
phénomène de près. Le développement du phénomène et de son potentiel d'impact a
été bien différent de l'image que plusieurs en véhiculent, à savoir qu’il y
aurait eu un manque d'information ou de décision. Le système national s’est
articulé et a commencé à fonctionner à temps, analysant et transmettant
l’information, activant des protocoles et essayant de générer une intervention,
dans la mesure des capacités dont dispose le pays.
Le Centre
d'Opérations d'Urgence Nationale a été mobilisé et les alertes ont été envoyées
par les différents moyens en place qui avaient étés organisés, préparés et testés
auparavant : communication directe avec les comités départementaux, municipaux
et locaux, envois dans l’ensemble du pays par messagerie SMS, Twitter et Facebook, avis dans les médias et, à bien des endroits, livrés de
porte à porte. Des procédures d'évacuation
et de assistance auprès de la population - testés année après année dans le
cadre d’exercices d’alerte, de simulations et souvent d’évènements réels - ont
été mises en place.
On a
entrepris les évacuations bien avant que l'ouragan ne frappe, épargnant ainsi
des milliers de vies. (Bien sûr, peu s’intéressent aux vies qui ont été sauvées
et aux biens qui ont été protégés, parce que les bonnes nouvelles ne font pas
les gros tirages.)
Ci-dessous,
un message envoyé le 2 octobre, par les réseaux sociaux et les systèmes
cellulaires (ces derniers bénéficiant d'une ample couverture et d’une
utilisation à tous les échelons de la population et dans l’ensemble du pays)
(Dans les rues, dans les églises, à la radio, à la télévision, au téléphone ... à nous tous de faire passer le message ...)
(Dans les rues, dans les églises, à la radio, à la télévision, au téléphone ... à nous tous de faire passer le message ...)
Le 4
octobre, l'ouragan a touché terre à Haïti, avec un potentiel de destruction qui
aurait mis à rude épreuve n’importe quel gouvernement et n’importe quelle
structure d’intervention. La perte en vies humaines et les dommages sont grands
pour une population et un pays qui vivent avec peu et perdent beaucoup. Les
vents forts de l'ouragan ont détruit des constructions et des maisons de tout
genre. La destruction dans les villes des départements de Nippes, de Grande
Anse et du Sud est extrêmement élevée.
Une catastrophe,
de nouveau. De nouveau Haïti.
L'attention
internationale est une fois de plus tournée sur ce pays. La presse publie constamment
et des bilans de l'impact. Bien que souvent ils ne proviennent pas de sources
fiables, ils remplissent les espaces télévisuels et virtuels.
Il y a
aussi une importante mobilisation internationale de soutien. En grande partie
une mobilisation responsable et adéquate par les institutions spécialisées. Cependant,
une partie importante de cette mobilisation et de cette information, n'est pas fondée
sur la situation réelle du pays. Une évaluation réelle et exacte des dommages
causés par un évènement de ce genre requiert du temps. Elle ne peut être faite à
vol d’oiseau ou basée sur des entrevues ponctuelles qui portent sur la
perception ou l'opinion d’individus ou d'autorités. Les plus grandes priorités
dans les premiers jours sont l'attention médicale, l'attention humanitaire et
la gestion des incidents qui continuent de survenir, dû au fait que les eaux ne
se retirent pas une fois l’ouragan passé. Les institutions haïtiennes, appuyées
par la coopération internationale spécialisée, font de leur mieux pour fournir
de l’information objective et crédible, mais certaines personnes et
organisations n’ont ni la patience, ni le respect nécessaire à l’endroit des
institutions et des individus qui, depuis des années, font face quotidiennement
au problème du risque et des désastres.
La majorité
des chiffres qui sont publiés dans la presse ou dans les réseaux sociaux sont
basés sur un seul critère : qu’ils soient les plus élevés possibles, parce qu’on
s’attend à des chiffres importants, parce que ce sont ceux qui résonnent le
plus, ceux qui seront les plus visibles. Ce sont aussi ceux qui laissent
entrevoir une incapacité dans l’intervention, voire même un abandon. Il est nécessaire
de comprendre que les conditions que l’on nous montre dans les images et les
vidéos existaient avant l'ouragan. La conjoncture de l’impact les exacerbe à
des niveaux extrêmes, mais elles ne les crée pas, ne les invente pas. S'il y a de
la négligence, de la pauvreté, de la déforestation et du sous-emploi, ces
phénomènes ne sont pas apparus en octobre 2016. Alors, si Haïti nous inquiète
et que nous voulons être solidaires, nous ne pouvons pas l’être uniquement lorsque
se produit un événement extrême.
Quand la
phase d’intervention humanitaire sera terminée, les grandes questions
reviendront. Les pourquoi. Ce sera le moment de démontrer une capacité réelle
de compréhension des particularités et des nécessités du pays. Haïti n'a pas
besoin d'un afflux de missions qui se bousculent à l'aéroport, ni de fonds rattachés
à des conditions que le pays ne pourra jamais remplir. L'offre irresponsable de
millions d'euros, de dollars, de yuans ou de pesos ne sert à rien si elle reste
dans l’univers des promesses qui ne serviront qu’à discréditer ceux qui
auraient été censés mettre en œuvre des choses non viables.
![]() |
Faire passer l'alerte: porte à porte |
Ce dont Haïti
a le plus besoin, c'est d’un appui fondé sur ses conditions réelles, sur son
processus historique. La décentralisation ne se fera pas par magie, ou par la
simple volonté de transférer des fonds aux gouvernements territoriaux; les institutions ne seront plus fortes sans
budgets; sans salaires pour retenir les personnes possédant des compétences
techniques appropriées. Les interventions nécessaires ne seront pas toujours durables,
parce que la durabilité est une condition complexe qui dépasse les demandes circonstancielles
d'un donateur. Les conditions reliées à la gouvernance doivent s’apprendre et
se comprendre, et bien que le scénario puisse être frustrant, il est ce qu’il est, et c’est à ceux qui souhaitent coopérer de s’y adapter pour
aider à le changer de manière créative, plutôt qu’avec de grands mots.
Ce dont Haïti
a besoin, ce sont des systèmes d'alerte précoce basés sur les capacités
communautaires et sur les capacités réelles des structures institutionnelles d’intégrer
et de maintenir les solutions. Les systèmes technologiques créés pour des contextes
complètement différents ne sont pas utiles dans des pays comme Haïti et
plusieurs autres d'Amérique latine, puisqu’ils ne sont pas viables dans des
contextes de grande disparité territoriale, où les zones les plus vulnérables
sont précisément celles qui ont le moins de capacité d'absorption.
L'euphémisme
de la « last mile » que l’on utilise pour décrire l'incapacité de porter les
solutions aux communautés exposées, est comme un acte de contrition prématuré. Cela
suppose qu’après avoir analysé le risque, surveillé et évalué les phénomènes
naturels et fait des modifications institutionnelles, un jour, la prémonition
magique des satellites se rendrait aux personnes qui vivent sur le littoral ou en
bordure de rivières qui débordent. Aucun satellite ni radar ne peut remplacer
l'organisation communautaire, le travail respectueux et serein qui est requis
pour renforcer les capacités locales, pour garantir une base autonome d’intervention
et d'action. Il n'est pas ici question d'argent qui arrive ou qui n'arrive pas,
pas plus que de la marque ou du type de technologie.
C'est
l’approche. C'est l'engagement réel auprès des personnes.
A Haïti,
avec toutes les difficultés que comporte un contexte de pénurie extrême, il y a
des exemples de durabilité, de travail local et d'organisations qui fonctionnent
pour la réalité haïtienne, et non pas selon des standards externes qui veulent
tout homogénéiser, pour que ce soit plus facile à surveiller et à rapporter.
Il est
temps d'appuyer un pays dévasté mais non vaincu. La population haïtienne est
probablement la plus résiliente qui soit sur notre continent. Elle sait se
relever des crises qui la frappent constamment, sans faire très attention aux
règles ni à l'ordre établi, sans trop se préoccuper des jugements et des appréciations
externes, mais toujours en souriant, consciente qu’en bout de ligne, c’est elle
qui y restera.
La
grandiloquence est superflue, insignifiante. Les photos sur Facebook ne fournissent pas de
nourriture à un refuge, elles n’allègent pas la douleur d'une mère ou d'un
vieillard. Les comparaisons sans rigueur ne renforcent personne. Si nous
voulons être solidaires avec Haïti, nous devons le faire avec respect. Il nous
faut valoriser ses citoyens, ses institutions et les partenaires qui
travaillent main dans la main avec sa population et ses organisations.
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Luis Rolando Durán Vargas
América Latuanis
Merci a Gabrielle Brunet Poirier et Marie-Élisabeth Brunet pour son appui avec la traduction
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