Sobre el autor (o sea yo)
Nací en Santiago de Puriscal, por gracia de dios, un día del cual no guardo recuerdo. Hace más de medio siglo.
Como nací en la Suiza Centroamericana, fui a tramitar mi pasaporte suizo y no me lo dieron. Atónito por la sorpresa me hice el sueco y ese tampoco me lo quisieron dar. Así que tico, con esshre assrhastrada.
A mis 8 o 9, no estoy seguro, comencé un periplo que no terminará nunca: en la Escuela Darío Flores instalaron una biblioteca rural. Leí tragedias griegas para niños, y unos pocos años después las de verdad. En secundaria devoré todo el Shakespeare que pude encontrar, grandes de la literatura latinoamericana, sobre todo García Márquez, para cerrar después con Kafka. Mi encuentro con la literatura fue contundente e imperecedero.
A mis 14 me metí en la Cruz Roja de Puriscal. Ahí comenzó otro periplo. Muy pronto comencé a escalar posiciones de jefatura y dirección, y di con mis huesos en la Sede Central, más pronto de lo esperado. Ahí llegué a la Dirección de Socorros, y fui asistente técnico en Telecomunicaciones.
Por esos días ingresé al Sindicato de Trabajadores de la Benemérita, y ahí, sí claro, ahí comenzó otro largo periplo. El de la lucha por los derechos de los trabajadores, el de la lucha por la justicia social y el de los despidos por agitador. Mi veta sindical tiene la manía de aparecerse cada vez que firmo un contrato de trabajo.
En el lapso de varios años, espantado por la posibilidad del desempleo me desempeñé como tapador de frijoles, sembrador de repollos, exitoso abogado, por supuesto sin licencia (en la Corte y en Migración me decían Licenciado), como ingeniero en telecomunicaciones (llegué a gerente) y como experto en artes gráficas y publicaciones. Por supuesto, dado que había desertado de la Universidad - por aburrida y fraudulenta - no tenía ningún título ni estudio formal, igual que ahora. Para que vean que el éxito no siempre depende de los certificados.
Cargando el color de sindicalista llegué a la Comisión Nacional de Emergencia. Lo primero que dijo el Director Ejecutivo fue: “a este lo único que le firmo es el cheque de la liquidación”. Felizmente, su epitafio no funcionó y en pocos años fui Jefe de Comunicaciones, Sub-Director de Planes y Operaciones, Coordinador del Centro de Operaciones de Emergencia y Presidente de la Comisión que redactó el primer Plan Nacional de Emergencia de Costa Rica.
De puro sácalas, y gracias a la confianza ciega de Luis Diego Morales, me postulé a mi primer puesto internacional en 1991: Presidente del CEPREDENAC. En ese entonces, una institución científica donde el menos plantado era doctor en algo. “Estás loco - le dije a Luis Diego - yo no tengo título ni de cocina casera”. El caso es que gané las elecciones, por primera vez alguien del sur y por primera vez alguien con mayoría abrumadora. Tenía 28 años y comencé a coordinar grupos especialistas en sismología, geotecnia, ingeniería estructural, hidrología, climatología y planificación. Ahí, ya lo adivinaron, comenzó un largo periplo que pasó por gran parte del mundo. Aquí se puede leer un poco más sobre este asunto.
Esa experiencia me acercó al sueño dorado de la geografía: la coordinación interdisciplinaria. Entonces, me metí a estudiar Geografía, pues. Le volví a creer a la Universidad, y ahí comenzó, hasta ahora, el más largo periplo de todos: el camino por aulas universitarias, que me han llenado la vida y el intelecto, pero que no he logrado terminar.
En medio vino la revolución, armada de futuro hasta los dientes, como decían los Mejía Godoy. Nicaragua, El Salvador, México, serían algunos puntos en este rumbo tan querido y añorado.
Por razones otra vez sindicales (me metí en el sindicato de la CNE) opté por una salida decorosa y voluntaria. El entonces Director Ejecutivo de la Comisión dijo: “Yo me encargaré que a usted no lo contrate ningún organismo internacional nunca”. Tres meses después, el CEPREDENAC me contrató, por cinco votos a favor y uno en contra (adivinen de que país) e ingresé como Secretario Ejecutivo de ese organismo internacional. Hasta la fecha, el único que ha sido reelegido, y la segunda vez por unanimidad. En esta función la catapulta internacional funcionó aún más. Me fui a vivir a Panamá y ahí comenzó oootro largo periplo de países y ciudades donde viví y trabajé.
De ahí para acá he vivido bajo el estigma del “consultor internacional”. Esos a quienes nadie quiere, de quienes todo el mundo se sabe un chiste graciosísimo y te lo cuenta en el momento más inoportuno, y de quienes sus hijos nunca saben decir en qué trabaja. En esa vida ingrata he disfrutado mucho y he sido muy feliz. Llevo más de 12 años trabajando en Haití, un país que quiero y admiro, en todos los países de Centroamérica y México, en todos los países de América del Sur, en Madagascar, Angola y Mozambique, pasando por Kenya y Africa del Sur.
Entre el 2006 y el 2008 volví a trabajar con la Cruz Roja. Esta vez con la Federación Internacional. Ahí fui coordinador regional en reducción del riesgo comunitario, para América del Sur. Ahí conocí a mi esposa, y ahí conocí a fondo las realidades de varios países que no conocía bien, sobre todo Brasil y Paraguay.
En ese mundo he sido contratado por la Agencia Sueca de Cooperación Internacional, la Comisión Europea, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la UNICEF, el INCAE, los gobiernos de Haití, Angola, Chile y Perú, la OIT, OXFAM y una serie de empresas internacionales (cv en Linkedin, por siaca).
En los últimos años me he consolidado en los dominios de la gestión ambiental, cambio climático, gestión integral del agua y - principalmente - la gestión integral del riesgo. He escrito leyes, estrategias, planes, políticas públicas, poemas, cuentos y relatos.
Actualmente soy tutor del Curso de Redução do Risco de Desastres e Desenvolvimento Local Sustentável, para países africanos de lengua portuguesa, del Centro Internacional de Formación de la OIT en Turin. Con esto se me ha realizado en parte el mayor de mis sueños profesionales, aún frustrado: ser profesor.
Mi esposa es Melissa Allemant, y la adoro. Tengo tres hijas (Elena, Sofía y la pequeñita Eva) y un hijo (Gabriel) y esta es la gente de mi vida.
Esta es de las historias personales de tiquicia más interesantes que he conocido. Un largo recorrido lleno de pequeños peldaños que le han ido permitiendo alcanzar sus sueños y hacer lo que ama, rodeado por gente que también ama.
ResponderEliminarHistoria inspiradora para quienes muchas veces empezamos al revés: estudiando como locos hasta terminar y darnos cuenta que no era lo que queríamos en la vida.
¡Adelante don Rolando!
Gracias Rony.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Enrique!
ResponderEliminarQue gusto saber de vos. De casualidad hace unos días hablamos de vos con mi mamá. Estaba en Puriscal y recordábamos los viejos tiempos.
Seguís en Puris? Yo paso poco tiempo por allá, pero siempre que puedo voy. Ahora vivo en Heredia.
Un gran abrazo.