domingo, 8 de julio de 2012

Haití, un país en movimiento



La Place Boyer, hace poco llena de tiendas de campaña, ahora vacía... esperando.

Fecha: Julio 2012
Ruta : Puerto Príncipe – Miragoane – Petit Rivière

Si hay algo que caracteriza este país, en casi todos los estados en que lo he mirado, es el movimiento: hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados, o todo lo contrario. Movimiento sudoroso de caderas por la calle, debajo del sol más implacable, o movimiento de multitudes celebrando o reclamando.

Hoy, me siento muy bien observando como la ciudad y el país están en un momento de movimiento, casi telúrico. Movimiento social, movimiento de escombros, movimientos políticos. Probablemente muy lejos de alcanzar un estado en el que el rumbo sea coordinado y políticamente estable, lo que si es observable es la condición de cambio.

Con sorpresa observo como los escombros del terremoto han sido removidos, casi en un 70% según algunas fuentes de confianza. De igual forma, una buena cantidad personas han salido de los campamentos, a través de modalidades prácticas e ingeniosas. No tanto porque se trate de un gran invento sobre como manejar grandes poblaciones desplazadas, sino por haberlo logrado aquí, donde las condiciones son extremas, así como los riesgos y los llamados “factores externos” que al fin se convierten siempre en factores internos.

Parques como la Place Saint Pierre, la Place Boyer, o el histórico Champ de Mars, teatro de revueltas, amoríos y carnavales, o se encuentran vacíos, sin las miles de tiendas que durante más de dos años atestiguaron la incapacidad del gobierno y de la comunidad internacional de lograr una respuesta pronta al problema de las personas desabrigadas y desplazadas internas, algunas afectadas por el terremoto y otras afectadas por la catástrofe de su condición socioeconómica. Hoy parece que esa respuesta, aunque no pronta, se está aproximando.

Un proyecto, impulsado desde la presidencia de la República y apoyado por el PNUD se puso como meta el retorno a sus barrios de origen de las familias que se encontraban albergadas – un eufemismo, sin duda – en 6 gigantescos campamentos. Algunos no tan grandes en cuanto a extensión, pero enormes en cuanto a la densidad de personas que debían vivir en un ambiente con gravísimas carencias sanitarias, de espacio personal y familiar, e incluso de abrigo real en una país generoso con la lluvia. El proyecto 16/6 (16 barrios, 6 campamentos) ha encontrado mecanismos que han facilitado el retorno – con subsidios para el alquiler, por ejemplo – evitando también, de forma ingeniosa, que este subsidio generara especulación en los precios de alquiler, lo cual habría afectado a las personas que ya estaban en los barrios: las instituciones no negocian el precio, sino las personas beneficiarias, y si obtienen un precio más bajo que el considerado estándar del mercado el sobrante les queda a ellos.

Si bien no es la única iniciativa de reubicación en el país (la Cruz Roja por ejemplo ha realizado importantes esfuerzos en esta línea) no hay duda que el impacto de esta dinámica se observa, con valores añadidos importantes, como la recuperación de los espacios públicos (plazas y parques), algo fundamental para mejorar las condiciones sicosociales de una población que lleva dos años viviendo un drama extremo diario.

No dudo que existen fuertes críticas, sobre todo por los criterios de selección de las comunidades. Por ejemplo, ¿el hecho de que una familia lleve dos años albergada en una plaza pública la hace más prioritaria que otra familia, con peores condiciones de vida, desplazada en un sitio anónimo y no visible?, o bien, con el espantoso déficit de vivienda que ya tenía el país desde antes del terremoto, ¿es justo que familias que no tienen condiciones dignas de vivienda, en zonas no afectadas por el terremoto, no tengan acceso a recursos de la reconstrucción?



Es fácil observar como muchas personas de los campamentos han salido de otra manera. En las laderas sobrepobladas de Pétion Ville se pueden ver tiendas de campaña y covachas improvisadas al lado de las construcciones de cemento. Personas que talvez antes tenían la ventaja de ser un problema para todos y que hoy son solo problema para ellos mismos.

Pienso que en las condiciones de Haití, sobre todo por el larguísimo lapso que ha tomado el establecimiento de cambios concretos, de mejorías, es necesario tomar decisiones, lo más informadas posible, pero decisiones al fin. No hay posibilidad de ser justo y la equidad es una búsqueda, una principio guía.  Quizás el aspecto clave es tener en mente, en el futuro inmediato, las lagunas, o criterios parciales que se han quedado, para actuar después con criterios de desarrollo.


Los cerros de Jalousie, en Pétionville. Se puede observar el color azul, de las viviendas improvisadas por gente que se ha relocalizado por sus propios medios

y la vulnerabilidad continúa, rampante

En las ciudades de Miragoane y Petite Rivière, al sur del país, tuve el chance de estar con equipos de voluntarios que han sido entrenados para atender emergencias y responder a desastres. Tres mil personas, jóvenes en su gran mayoría, que hoy pueden contribuir con su comunidad, canalizar su energía y sentirse parte del cambio, del movimiento.

En todas las conversaciones o entrevistas, siempre manifestaron su orgullo y pasión y su motivación hacia la comunidad. No importa si son voluntarios de la Cruz Roja, o los Bomberos o los Scouts, da lo mismo. Están ahí por su familia, por su gente, por su pueblo. Esta motivación en la base social, en las jurisdicciones más pequeñas, lleva a pensar en el futuro. Porque estás acciones sí se quedan, quizás no el equipo donado, las infraestructuras, pero sí la capacidad creada, las actitudes, el orgullo de sentirse alguien que ayuda a que las cosas cambien.


Voluntarios en Petite Rivière

No cabe duda que queda aún muchísimo pendiente y que el futuro del país, su salida de la miseria, el alcance de un nivel de equilibro y equidad que le permita a la gente mejorar, es un asunto incierto. Sin embargo, una vez más, siento que este es un pueblo con una fuerza incansable y el movimiento intenso que hoy se ve es un signo inapelable.




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Luis Rolando Durán Vargas
América Latuanis

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