jueves, 5 de marzo de 2009

Notas rápidas de viaje : de Johannesburg a Maputo

Después de un tránsito algo accidentado por la costa atlántica africana y de un vuelo mañanero sobre el desierto del Kalahari - o sobre Botswana, porque el desierto cubre el 75% del país - llegamos a Johannesburgo. Varias veces me ha tocado aterrizar en esta ciudad sudafricana y siempre me ha impresionado el paisaje de minas a cielo abierto y los chimeneas en forma de hongo, como de estación nuclear. Llegue de noche esta vez y solo volví a mirar ese paisaje tan agredido por la actividad minera, al otro día en la mañana. 

Johannesburgo hoy respira la Copa del Mundo. El aeropuerto tiene ya grandes cambios y la gente habla de eso a cada rato, unos como la salvación y otros como el peor timo que les han hecho, para justificar la situación en que se encuentra hoy el país y en particular la ciudad: una serie de islas urbanas, que va desde 10 hasta 500 viviendas, han surgido por toda parte, y la gente que no se puede pagar eso, tiene que enfrentar a como pueda la inseguridad espantosa de esta ciudad, para muchos una de las más peligrosas del mundo. 

Efectos colaterales, falta de previsión, o simplemente un cambio brutal, entre un régimen que durante años contuvo artificialmente una masa cada vez más empobrecida y deteriorada y otro que abre las puertas y bota los diques de la opresión (lugar común, sí, como no). Sin abusar de la ingenuidad boluda que nos queda todavía - o más honestamente - que todavía me queda, quiero pensar que el proceso que lideró la ANC con Mandela en frente, permitió dar un paso que la humanidad necesitaba. El fin del apartheid es uno de esos hitos que le hacen a uno sentir la sabrosa embriaguez de estar en la historia. 





Charles Taylor y Jean Bertrand Aristide

Las cosas de la vida. Estoy sentando en el avión que me traerá a Africa, vía Dakar/Joburg, mirando por la ventana como unas grúas tiran algún tipo de solución líquida sobre las alas de los aviones para quitarles el hielo y la nieve; comencé a inquietarme un poco, porque los chorros a presión levantaban una neblina de mal augurio, y de los aviones caían hasta pedazos de hielo. Mejor ni pensar, no quería imaginarme en un avión acuatizado en el Hudson. Bueno era Atlanta y no Nueva York, y de la pericia de nuestro piloto no podía, ni querría, tener mayor opinión.

El asunto es que el tipo que esta a la par mía, comienza a conversar - cosa que normalmente me pone nervioso y muy incómodo - sobre todo a despotricar contra la línea aérea, contra la ruta que nos dieron, y sobre todo contra el avión y la mala calidad de los asientos. Nos presentamos y, como estuvimos dos horas en pista esperando que el líquido milagroso nos dejará volar algún día, tuvimos el chance de conversar un poco, sobre lo que cada cual estaba leyendo. Yo acababa de comprar “A Mercy” de Tony Morrison y tenía más ganas de seguir en la lectura, que de comentarla. Pues el compadre me cuenta que es escritor, escritor de películas, en Hollywood. - Ah, vaya - como dirían en Guatemala. - Soy especialista en África, viste Diamante Sangriento (Blood Diamond)? Pues yo escribí parte de los diálogos.

Claro que la vi. Y me gustó. Con varios años de trabajar en Angola, la película me sirvió para mostrar una realidad que conocía más o menos de cerca. Igual que en Sierra Leona, en Angola el edificio más importante y más bonito, es el de una compañía inglesa que compra diamantes. Y gente, como el personaje de Di-Caprio, se huele por todas partes. Así que se lo dije, y comenzamos una conversación más entretenida.

Pues bueno, terminamos hablando de Haiti, y el tipo me cuenta que estuvo una vez en Nigeria, en un asado, nada menos que con Charles Taylor y Jean Bertrand Aristide! Pasó un buen rato contando historias de esos dos y de otros personajes parecidos. Voy ahora porque estamos escribiendo sobre un personaje basado en Robert Mugabe. Ay Dios.

No voy a escribir aquí sobre esas joyas, porque sería largo, no aburrido, pero si muy desagradable. Taylor y Aristide!, cuando ve uno con detalle, encuentra tantas similitudes. Tanta decepción, tanta gente con ilusiones que luego vió a su lider hacerse millonario - uno vendiendo diamantes y el otro vendiendo celulares hasta el más pobre de los pobres haitianos, para decir solo una de las fuentes de donde sacaron plata y poder. 

Inevitablemente te quedás reflexionando. Como puede ser que pasen estas cosas. Como líderes que un día fueron brillantes y sensibles a las necesidades de su pueblo, terminan convirtiéndose en esos adefesios humanos. De Aristide siempre he pensado una cosa - es un caso que conozco mejor: los gringos no se caracterizan por recibir presidentes en desgracia. El asilo lo da Panamá, Francia u algún otro país donde el fulano en desgracia tenga amigos. Aristide, por el contrario, pasó un buen tiempo en Washington, y fueron precisamente los gringos quienes lo reinstalaron y luego lo desinstalaron. 

Se habla mucho de ese concubinato - como algunos irresponsables desacreditan tan hermosa institución - pero lo cierto, para mi, es que mirar las turbas de Aristide daba miedo. Los “chimeres” que amedrentaban, golpeaban y quemaban (de ahí el apodito) a la gente. Y bueno, ellos lo trajeron en una gran barco de guerra y luego se lo llevaron en un helicóptero. El que con malos se junta....

y bueno.....


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Luis Rolando Durán
América Latuanis

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