lunes, 3 de julio de 2006

Relatórios de viaje: Chile entre los extremos y las paradojas



Fecha: 1 de julio de 2006
Ruta: Montevideo - Santiago


La libertad de moverse por la calle, de reír y llorar a la luz del día, sin tener que bajar la voz y mirar para todos lados, de llamar a cuentas a los que secuestraron tanto tiempo la esperanza ... todo estaba nuevo todavía, humeante, con virutas esparcidas por el piso. Claro, ¡Santiago de Chile! Es el mes de julio de 2006, llegué a Morandé 80 y era el final de mi propio camino de Santiago, con una emoción que todavía hoy, me hace temblar y cobijar remolinos. Me quedé un rato, imaginando cuantas veces salió Allende por esa puerta. Cuantas cosas iría pensando. Así comenzó mi relación con esta ciudad y probablemente así seguirá, con una mezcla de bronca, calor de hogar probable, incertidumbre y admiración.

Hoy, Santiago es la ciudad con mayor conectividad de América Latina, su red vial no se sonroja frente a ninguna ciudad del mundo industrializado. En algunos sectores – los altos por supuesto – hay una proliferación de edificaciones de lujo forradas en vidrio. Su aire glacial haría recapacitar a José Arcadio Buendía si no sería Santiago la ciudad de los espejos con la que había soñado. 

Estando en Chile, no se puede evitar hablar de cifras. En algunos estratos de esta sociedad el hábito de comparar, de buscar el ránking, de ver cuán lejos están hoy de la América Latina  - o de ellos mismos – compite con el futbol como deporte más popular. Entonces, los periódicos del día nos informan que  Santiago es la ciudad con el mejor clima de negocios en la América Latina, y Chile está por encima de Francia e Italia en cantidad de páginas WEB en funcionamiento. En una plaza de Providencia mi computadora se vuelve loca, con la cantidad de señales de WiFi que me invitan a sumergirme en la internet. Sin embargo, el 50% de los chilenos se siente excluido de estas nuevas tecnologías y el estudio más reciente del PNUD concluye que el mayor acceso a estás áreas del progreso no establece ninguna garantía de éxito en el camino al desarrollo humano. 

Siguiendo con la estadística, el índice de desarrollo humano de la comunas de Chile, al 2004, mostraba una alza general. Una página entera de un diario me explica como el 38% de los chilenos tiene sobrepeso y el 22% obesidad y que el promedio de índice de masa corporal es de 28, cuando 25 es lo normal. Santiago, según Mercer es la 3era ciudad más cara de Sudamérica y la 4ta de América Latina. Detrás de México, Sao Paulo y Río. Chile ocupa el primer lugar en Suramérica en consumo de marihuana, y eso, ahora estoy muy confundido, no sé si lo ponen como bueno o como malo.

Pero esto es un preludio. Rumbo a la oficina de emergencias del Ministerio del Interior, un taxista conversón, entrado en los 70, me llevaba por el Barrio (¿avenida?) 10 de Julio. Aquí – me dijo – fue  el barrio de tolerancia de Santiago, cuando todo esto era una aldea. Mire, hasta aquí llegaba la ciudad. Aquí quedaba el teatro Burlesque, po, querían imitar al Moulin Rouge, y de vez en cuando salían las minas a la puerta. Era rebonito. Ahora solo hay repuestos …como diez cuadras donde usted puede encontrar lo que sea, hasta de las marcas que no han inventado. Eso sí, no deje su auto, porque se queda solo con la pintura original! Que lata, po. Antes habían repuestos para el corazón, ahora puros fierros que no dan calorcito!

¿Por qué será tan fácil adoptar la nostalgia, endosar los recuerdos como si fueran también de uno? 

Después de ese tiempo para el asombro, el cariñito compartido y la nostalgia añeja de alguna mina y su promesa de amor, no quedó más que volver a la cordura, extraseca y sin hielo por favor, como dijo Benedetti. Seguimos nuestro camino para hablar de riesgo y desastres en las oficinas de gobierno. La cosa es así:

Chile es uno de los países con mejor capacidad para resistir los movimientos sísmicos. Y eso no es poco decir: en el siglo XX, el 50% de la energía sísmica liberada en el mundo (y dale con los porcentajes) fue en Chile. Como cuatro mil kilómetros de litoral, frente al Cinturón de Fuego del Pacífico es mucha exposición. Pero en Chile, cuando tiembla, no pasa mucho, nada de los 10 mil muertos que tuvo Mendoza, los 30 mil de Guatemala, los 10 mil de Managua, los 240.000 de China, los 100 mil de Pakistán o las 67,323 personas que el Gobierno militar del Perú determinó que se habían muerto en el sismo de Yungay (la cifra era mucho mayor, pero no había que dar a entender que las cosas andaban mal). 

En estos días, Santiago tiene un ritmo de construcción de 15 edificios por mes, y los hacen bien: Uno se queda con las ganas de mirar a través de un edificio en Santiago, haga la prueba. Se topará siempre con una pared que no admitió puertas, ni la más mínima ventana. Uno de los lados actuará siempre como un muro de gran resistencia a las aceleraciones sísmicas.

Sin embargo, la situación de este país, que no se cansa de los extremos, es bien jodida: 50 volcanes activos, con la más elemental de las vigilancias. Solo 5 vulcanólogos a cargo, utilizando microsismología nada más. Países como Nicaragua o Ecuador, sin los avances tecnológicos que abundan en Chile, tienen sistemas de monitoreo mucho más sofisticados. La mayoría de las áreas en riesgo son las olvidadas zonas indígenas, pero también sitios de importancia turística como Pucón y Villarrica o la ciudad de Concepción.

La Araucanía, con el “conflicto mapuche” siempre en vilo, está al desamparo prácticamente. Imposible avisar a tiempo, sobre estos fenómenos. Claro, al igual que en toda parte, los más “vulnerables” no lo son por casualidad. Siglos de exclusión no se saltan así no más. ¡No se los brinca un celular, ni los resuelve la telefonía IP! 

Un monitoreo desarticulado de los fenómenos naturales, donde la información se esconde y en el mejor de los casos se vende; combinado con grandes limitaciones, políticas y geográficas, resulta en una población escasamente preparada. Solo un 30% de los municipios tiene “alguna dinámica” en asuntos de reducción del riesgo y en su mayoría los esquemas son de papel. Veamos: la fosa sudamericana, frente a la costa chilena, tiene un tiempo de respuesta de tsunami de 5 minutos. La red sismológica chilena, con serias limitaciones técnicas aún no puede hacer triangulaciones eficientes para localizar rápidamente un sismo (se ha logrado densificar 10 veces sobre lo que había hace 5 años, gracias a que siempre aparece gente como Carlos Aranda, que igual hipnotiza una cobra chamullándole, que saca de tripas sismógrafos). 

En las actuales condiciones, si se genera un tsunami en esa zona, sería materialmente imposible avisarle a nadie. Otra cosa: de Rancuagua para el sur (600 kilómetros de costa) el incumplimiento de los controles de construcción a nivel de vivienda popular, la corrupción, el riesgo viejo ya construido, y la casi imposibilidad que tiene el estado chileno para supervisar la aplicación de las reglas a esta escala presenta escenarios de impacto sísmico que los expertos chilenos (de calidad mundial) describen con tristeza e impotencia.

En la Asociación nacional de municipios y en la Universidad de Chile me comentan que cuando se sale de los municipios urbanos, se encuentra con una situación comunal similar a la de Perú o Bolivia. La estructura del Estado Chileno, altamente centralizado y escasamente participativo, hasta el día de hoy, establece un curioso y muy especial balance de poderes y ejercicios territoriales. Mucho control a nivel de regiones y al otro lado de la calle una autonomía municipal atomizada, donde se acaba el control encorbatado del estado central. 

Existe una gran cantidad de municipios, con amplias responsabilidad sobre un territorio que no tienen capacidad de controlar y – mucho menos – de planificar para su desarrollo. Peor aún, un principio de subsidiariedad que se diluye en el circulo vicioso de la concesión: el gobierno traslada el riesgo y la responsabilidad a las empresas privadas, las empresas transfieren el riesgo a las aseguradoras y aplican a la cláusula de “fuerza mayor” que las exime del como, del porqué y sobre todo del quien paga. La factura, como siempre, le caerá al pobre usuario, según la información que nos dan ingenieros de la U de Chile. 

La cereza en el pastel, al tener un gobierno tan pequeño, en relación con la complejidad de la nación, se concesionan también los procesos de control – de la gestión pública ya privatizada – y el bien público termina discutiéndose entre actores – juez y parte – del sector privado.  Dato simple y contundente: un estudio del BID muestra que el 90% de los impactos de desastres en Chile son absorbidos por el 10% de los municipios. Una brutal acumulación del riesgo en una porción restringida de territorio.

Así, para acabar de cansar con este cuento, un país con grandes capacidades, muy exitosas en algunos planos, con una estructura estatal claramente orientada a los centros de poder (la ciudad capital, por supuesto) y unas estadísticas que invisibilizan con pulcritud las falencias... los pies de barro.


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Luis Rolando Durán
América Latuanis




viernes, 30 de junio de 2006

Relatórios de viaje: Montevideo, entre las brumas del río de la Plata



Fecha: 30 de junio de 2006
Ruta: Buenos Aires – Montevideo (Buquebus)


¡Que impresión más grande cuando se asoma Montevideo entre la bruma del río de la Plata! Pensé de inmediato en las Ramblas, en Ganapán y Buscavida los entrañables personaje de Eduardo Galeano en la Canción de Nosotros, y,  por supuesto sobre todo, en la sombra multiplicada de Laura Avellaneda, caminando por esas calles de soledad y nostalgia, declarando la tregua para todos los hombres capaces de vivir de amor mientras ella muere.

En la turbulencia perenne de la América del Sur, Uruguay pareciera querer pasar desapercibido. Bajo un halo de medianidad y equilibrio, de mar quieta. Se dan el lujo de tener a Onetti, a Galeano o a Benedetti, pero sus librerías no son ostentosas, no te tiran en la cara lo ignorante que sos, lo poco que has leído o todo lo que te falta para ser culto. Tienen muy buenos indicadores de salud, educación y calidad de vida, pero no parecieran vivir histéricos por las cifras, los porcentajes o las tendencias. Se percibe un cierto “caos tropical” que me hace sentirme en casa, cuando las disfuncionalidades se hacen evidentes lo miran con pasmo, con asombro ausente, como que no fuera de ahí. Pero las cosas así se quedan, se resuelven con una sonrisa y una palabra que parece conjurar todos los desaguisados: ¡bárbaro!

Montevideo, sin embargo, como todas las capitales de la América Latina, se caracteriza por tener una importante población en situación de pobreza. Esa gente que vive en la cota inferior de al estadística, y que muchas veces, “para reducir el error” se desaparece de la ecuación. Los cantegriles de Montevideo viven una situación de vulnerabilidad perenne. Un riesgo que se ha instalado en la vida de las personas y sus comunidades, desde la fundación misma. Llegaron con el riesgo al hombro, después, de pura casualidad, se han encontrado con un río, un deslizamiento, o una tierra huidiza que se les va por debajo de los pies.

En Uruguay no hay desastres. Eso dice todo el mundo. ¡Aquí como no pasa nada! Bueno, de no ser porque en el norte del Uruguay la sequía llegó, terca y perezosa, o porque el régimen de precipitaciones en otras partes del país se duplicó. Claro, tampoco hay desastres, porque las inundaciones que todos los años cobran vidas se dan en aquellas zonas de vulnerabilidad rampante pero invisible.

En el año 2005, un ciclón extratropical se apareció por el Uruguay. En instantes, el litoral del Río de la Plata se vio azotado por vientos de hasta 175 kilómetros por hora. La gente no recibió aviso, muchos dicen que los satélites se habían vuelto a mirar el Katrina y a Nueva Orléans. Otra vez, estos aparatos que deambulan como sonámbulos a 45.000 kilómetros de altura, aparecen como héroes y villanos de una historia en la que los protagonistas hacen mutis por el foro y los créditos finales se quedan vacíos. Uruguay enfrentó una situación que nunca habían tenido, ni en pesadillas, y otras vez, la realidad se presentó diciendo aquí estamos, y las cosas no andan bien. Después del agua y el viento, que dejó a tanta gente en la calle, los materiales que quedaron en el suelo se comenzaron a incendiar, y el verano también castigó, con los recuerdos del huracán. 

La cuenca del río de la Plata, es un escenario de gran belleza donde confluye la geografía y la historia de Argentina y Uruguay, y en general de este sur del mundo. En lo profundo del delta, Buenos Aires y Montevideo se miran y se reflejan. En el extremo, Punta del Este rasca el océano, con toda su modernidad y glamour. Río arriba, en el curso de agua que una vez fue pensado como la manera alternativa de penetrar en el Brasil de los conflictos coloniales, los conflictos continúan. La industria de la celulosa, en estos días que momentáneamente acapara el mundial de futbol: Argentina rechaza la instalación de fábricas contaminantes y Uruguay se impone, porque están de su lado de la cuenca. El MERCOSUR, con todo y sus ínfulas de región independiente, se tambalea con un “pequeñito” conflicto, cuya solución resbalosa se escapa de las manos. 
Cuenca del río de la Plata


Argentina reclama la contaminación posible, pero más arriba, el capital argentino siembra soja del lado uruguayo, ese oro vegetal que está asolando miles de hectáreas de suelo brasileño, paraguayo, boliviano y del Uruguay. Un cultivo que degrada, impermeabiliza y aumenta las inundaciones.

Uruguay es un país de  instituciones pequeñitas, altamente dependiente de su vecinos. La meteorología para el aeropuerto en Montevideo la hacen en Ezeiza los argentinos. La capacidad de gestión ambiental es reducida. 

Día a día avanzan la lluvia, la soya y la sequía. El riesgo crece mientras la población tan solo espera. 


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Luis Rolando Durán Vargas
América Latuanis

domingo, 18 de junio de 2006

Relatórios de viaje: El Gran Chaco Sudamericano




Fecha: 18 de Junio de 2006
Ruta: Brasilia – São Paulo – Santa Cruz de la Sierra - Camiri



18 de Junio de 2006
Ruta: Brasilia – São Paulo – Santa Cruz de la Sierra - Camiri

El Chaco Suramericano es la segunda reserva de biomasa del mundo, dicen algunos. Quien sabe. Lo cierto es que el Chaco impresiona a cualquiera que llega por ahí, no importa si entra por Argentina, Bolivia o Paraguay.

Yo tomé un vuelo en una pequeñita avioneta en Santa Cruz de la Sierra, para ir a Yacuiba y adentrarme en el Chaco Argentino. Sin embargo, cosa curiosa en una región con un espantoso déficit de agua, una tormenta no permitía aterrizar y al final debimos  bajar en Camiri, una pequeña ciudad petrolera del Chaco Boliviano, muy cerca de la Quebrada del Yuro, donde mataron a Ernesto. Por cierto que en esos días estaban diseñando un proyecto turístico llamado “La ruta del Ché” para que los jovencitos que miran la foto esa en su reloj Swatch o en la camiseta rebelde de la escuela, puedan ver de cerca la pileta donde lo exhibieron, con el cuerpo lleno de balas y el rostro lívido, como mirando a un futuro del que no nos quiso contar. 

El vuelo mañanero desde Santa Cruz impresiona y deja huella: la inmensidad de las zonas boscosas de un verde engañoso, con algunas copas, como pringues de pincel,  de un rosado o amarillo chillón. Cursilería estacional de la naturaleza.  El gran llano de la provincia Cordillera comienza a perderse pronto y la cordillera de los Andes se asoma, poco a poco, con una fachada rotunda de rocas agudas y filosas. La pequeña aeronave, totalmente sobrecargada por nuestros pesos particulares y las desubicadas maletas samsonite que tuvimos a bien cargar en su pequeña bodega, primero ronronea, luego tose y después gruñe, intentando ganar la altura mínima para pasar por encima del cerro y poder mirar al otro lado, donde comienza a mirarse el Chaco como en un espejo yermo y arenoso.

La aproximación a Camiri anuncia lo inusitado, las sorpresas que vendrán. Un ambiente basado en lo corriente, en la calma pintoresca de un desierto donde solo se mueve el polvo, los cadáveres de arbustos secos que dan tumbos, al ritmo de los vientos que vienen de la planicie. Una calma de fotografía mohosa, mostrando un tiempo estacionado por el calor y los reflejos de una luz cegadora. Pasamos la noche en la ciudad, en un hermoso hotel que parecía sacado de otra historia. La noche, en un bar al lado de la Plaza 12 de Julio, se llenó de vino y asado, con todas las partes posibles de una vaca,  y de lo alegría hecha ritmo de unas chacareras, que llegaban desde un bar vecino. 

Al día siguiente, en dos Land Rover puntuales y correctamente cargados iniciamos el viaje hacia Villamontes, en la mera cuenca del Tuntey, o río Pilcomayo, donde tendríamos una primera parada de trabajo para analizar proyectos de preparación para desastres en la región. En Villamontes aprendimos del Chaco, de su historia reciente y compleja, con gente que lo aprecia y lo conoce. Con ellos tomamos la ruta más adentro de la región, buscando otra vez la llegada a Yacuíba, que ya la lluvia nos había negado.

Samuhu, Toboroche, o árbol borracho
Bajo el calor y la arena, entre los matos, unos pájaros que parecen dinosaurios caminan delante de uno, como con pereza de salir volando, o te encontrás de pronto con una especie de carnero, que más parece el descendiente de un vicuño de los andes que se paseõ por estas tierras en sus tiempos mozos.

El bosque xerófilo, denso, espinoso, matizado por el Quebracho y el Samuhú, es una muestra de la realidad más apremiante del Chaco Seco: la escasez de agua. La floresta saca todos sus mecanismos para capturarla. Sólo un poco de la lluvia que cae a veces se infiltra en el suelo y, en revancha, los matorrales se llenan de espinas y hojas puntiagudas para capturar algo del agua que se evapora.

Por el bosque Xerofilo
En el lado boliviano, la presión por el petróleo, la ganadería extensiva y la siembra de soya, arrinconan al bosque, impermeabilizan los suelos y degradan al galope las frágiles condiciones sociales y ambientales. En el Chaco paraguayo buscan petróleo desesperadamente. Excavan y encuentran agua. En el Chaco Boliviano los campesinos buscan agua desesperadamente,  excavan y encuentran un petróleo que ninguno quiere, porque no los beneficia. En la cuenca baja del Río Pilcomayo, los argentinos hacen presas que impiden la circulación del surubí y los pescadores bolivianos se quedan sin peces. 

En esta región, una vaca necesita de 15 a 20 hectáreas para vivir y ser productiva. Los ganaderos tienen todas las opciones para conseguir la tierra que les haga falta. En el Chaco Paraguayo, un indígena cazador y recolector necesita una hectárea para medio sobrevivir, y no la tiene, o lo arrincona “el progreso” para que no la encuentre. 

El Pilcomayo, una frontera seca
Esmeralda es un pequeño poblado en la frontera boliviano – paraguaya. Al lado del río Pilcomayo, que sirve no solo de frontera, sino de fuente de comida y eje de vida y esperanza en esta región sedienta. Cuando lo miré, me dio la impresión de que aquel hilito de agua se había detenido y no lo empujaba ni la gravedad. De caudal majestuoso en otros tiempos, hoy, al mero inicio de la estación seca, se puede cruzar caminando. Algunas lanchitas tratan de sobrevivir, cruzando a una gente, que ya no tiene miedo a ahogarse, sino a mojarse los pies.

La realidad de la región es apabullante: Cruzando hacia Paraguay, por un brazo del río, casi nos ahogamos en polvo.


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Luis Rolando Durán
América Latuanis

Camiri, Bolivia. 2006
Fotos tomadas de la internet









lunes, 12 de junio de 2006

Relatórios de viaje: Pernambuco






Fecha: 12 de Junio de 2006
Ruta: San José – São Paulo – Recife – Jaboatão dos Gurarapes


Recife se encuentra en el norte del litoral brasileño y encabeza el Estado de Pernambuco, una tierra de inmutable belleza, matizada de color, ritmo y contradicciones. Kilómetros de alambrado encierran las tierras buenas donde  la caña de azúcar, el pasto y el ganado crecen sin ninguna molestia. En este paisaje bucólico y amodorrado, nada parece interrumpir la acumulación de plusvalía, excepto cuando aparecen las covachas de los « sin tierra » en las orillas de carretera. 

La gente que no tiene con qué llega empujada a las tierras malas, ocupa las pendientes ribereñas, las planicies de inundación, los lechos secundarios y muchas veces los propios cauces de los ríos. En los largos episodios de “estiagem”, eufemismo para no llamarle sequía a la sequía, estos cauces están secos y dan la falsa sensación de espacio disponible.

Algún tiempo después, la lluvia, impuntual pero siempre segura, llena los cauces y baja arrastrando su furia de animal enjaulado, cargada de lodo, piedras y cuanta cosa se atraviese a su paso. El río recupera sus espacios recientes y se lleva casas, mesas, estufas, personas y las pocas esperanzas que por ahí quedaban.

En un país « continental » como le gusta decir a los brasileños cuando les ataca su complejo de unicidad, 500 o 1000 familias se pierden en la estadística. Los territorios extensos – que dan precisamente el área para sentirse continente – se quedan abandonados, en nombre de la descentralización y de una autonomía territorial que termina condenando, por constitución, a que los pobres se hagan más pobres y a que los ricos se sigan acomodando en el pequeño sur, conocido como la Europa Brasileña. 

Los servicios institucionales federales responsables de actuar sobre las causas sociales, económicas, ambientales e institucionales, por las cuales la población vive en riesgo y sufre desastres, apenas han llegado a cubrir un 20% de los municipios, para apoyar y fortalecer sus capacidades de resiliencia y prevención. El otro 80% es curiosamente el que más sufre, y el que no tiene nada, el que más los necesita, pero no puede ser asistido.

Cuando el agua es mucha inunda y arrasa y la gente se muere de sed. Cuando el agua es poca el clima seca, quema, desnutre y la gente también se muere de sed. En junio del 2006, a media hora de la ciudad de  Recife nos encontramos un gimnasio con 50 familias albergadas a causa de unas inundaciones. Llevaban más de un año en condiciones de franco hacinamiento. Su  pequeño espacio de residencia no medía más de 3 x 4 metros y las paredes eran cobijas y pedazos de plástico. Por los estrechos pasillos se miraba la desesperanza en los ojos inquisidores de los niños, en el rostro duro de padres y madres, cansados de promesas. Este albergue estaba a cargo del gobierno local – un tugurio oficial – y la gente vivía en condiciones que en países con condiciones socioeconómicas mucho más limitadas, como Honduras o Nicaragua, serían impensables. De hecho, seguramente en esos países tendrían una atención de mayor calidad. 



Esos “sin tierra” tienen un techo y eso pareciera bastar. Lo demás son promesas de una casa que nunca llega, promiscuidad irremediable y opciones tan lejanas como el esplendor de Río, la aséptica organización de Brasilia o el glamour paulista.

Pero bueno, estamos en junio del 2006 y está comenzando el mundial de fútbol. Brasil ganó uno a cero, Ronaldo caminó, Ronaldhino no brilló y el consenso de todos es que la canarinha debe mejorar para que todos se convenzan otra vez de que en Brasil se vive a la orilla del cielo.


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Luis Rolando Durán
América Latuanis

Recife, 2006










viernes, 3 de marzo de 2006

¡Qué maldito Humberto Eco!


  • Por traer de vuelta a Arthur Gordon Pym, a quien suponíamos detenido para siempre frente a la blancura de la nieve y la neblina, el día que Poe se cansó de escribir y nos cerró la página de golpe.
  • Por llevarnos por un corredor lleno de ventanas donde pudimos fisgonear a Fantomas y confirmar nuestras sospechas de su affaire eterno con Cleopatra Jones; a Flash Gordon, ganándole por fin y para siempre la batalla a Ming de Mongo, en las escaleras que subí todos los días para ir a mis clases de primaria; a Diana Palmer huyendo quizás a su destino fatal de amor por un fantasma - ¿por qué no a mi? – y refugiándose en la misma burocracia que nos acoge hoy, cuando por fin nos despertamos y se encendió la luz.
  • Por recordarnos que fue el mismo Fantomas quien llamó a Julio Cortázar para luchar contra los vampiros multinacionales.
  • Por invocar a Julio un segundo y meterse en la noche boca arriba, sin guerra florida, pero con nazis y fascistas. 
  • Porque Benedetti dijo “una mujer desnuda y en lo oscuro genera una luz propia y nos enciende˝ y el dice que una mujer desnuda es una mujer armada. Y entonces yo quiero capitular y dejar que ella me encienda.
  • Porque Lila se nos aparece ataviada de santa incólume, como Sierva María de Todos los Ángeles, cuando García Márquez la rescató para culto de todos nosotros.
  • Por la osadía de ponernos a Combray, a Solara y a Santiago de Puriscal en el mismo plano y entonces Marcel Proust, Umberto Eco y yo somos simples colegas, consumidos entre una niebla de advección, que no se disipa nunca porque la llevamos puesta; porque tendremos que subir la cuesta, o esperar a que llegue Swan con alguna hist(e)ria redentora y sobre todo porque siempre iremos en busca del tiempo perdido. O mejor, por lo sabrosamente melancólico que suena, a la recherche du temps perdu, como habrá dicho Proust, quizás frente a su Madeleine.


Luego de esta contrición inútil, porque la reina Loana no nos absuelve, nos quedó la oscuridad. Y en mi cuenta personal, nunca perdonaré a Umberto Eco, porque nos puso en evidencia. Porque ni su Lila ni la mía aparecerán jamás, su rostro se perderá detrás de una chaqueta amarilla, y su figura será siempre de huida, en esa vespa, con el centauro irrisorio, que nunca la amó.

Lo demás, es silencio.....

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 Luis Rolando Durán Vargas
América Latuanis