domingo, 18 de junio de 2006

Relatórios de viaje: El Gran Chaco Sudamericano




Fecha: 18 de Junio de 2006
Ruta: Brasilia – São Paulo – Santa Cruz de la Sierra - Camiri



18 de Junio de 2006
Ruta: Brasilia – São Paulo – Santa Cruz de la Sierra - Camiri

El Chaco Suramericano es la segunda reserva de biomasa del mundo, dicen algunos. Quien sabe. Lo cierto es que el Chaco impresiona a cualquiera que llega por ahí, no importa si entra por Argentina, Bolivia o Paraguay.

Yo tomé un vuelo en una pequeñita avioneta en Santa Cruz de la Sierra, para ir a Yacuiba y adentrarme en el Chaco Argentino. Sin embargo, cosa curiosa en una región con un espantoso déficit de agua, una tormenta no permitía aterrizar y al final debimos  bajar en Camiri, una pequeña ciudad petrolera del Chaco Boliviano, muy cerca de la Quebrada del Yuro, donde mataron a Ernesto. Por cierto que en esos días estaban diseñando un proyecto turístico llamado “La ruta del Ché” para que los jovencitos que miran la foto esa en su reloj Swatch o en la camiseta rebelde de la escuela, puedan ver de cerca la pileta donde lo exhibieron, con el cuerpo lleno de balas y el rostro lívido, como mirando a un futuro del que no nos quiso contar. 

El vuelo mañanero desde Santa Cruz impresiona y deja huella: la inmensidad de las zonas boscosas de un verde engañoso, con algunas copas, como pringues de pincel,  de un rosado o amarillo chillón. Cursilería estacional de la naturaleza.  El gran llano de la provincia Cordillera comienza a perderse pronto y la cordillera de los Andes se asoma, poco a poco, con una fachada rotunda de rocas agudas y filosas. La pequeña aeronave, totalmente sobrecargada por nuestros pesos particulares y las desubicadas maletas samsonite que tuvimos a bien cargar en su pequeña bodega, primero ronronea, luego tose y después gruñe, intentando ganar la altura mínima para pasar por encima del cerro y poder mirar al otro lado, donde comienza a mirarse el Chaco como en un espejo yermo y arenoso.

La aproximación a Camiri anuncia lo inusitado, las sorpresas que vendrán. Un ambiente basado en lo corriente, en la calma pintoresca de un desierto donde solo se mueve el polvo, los cadáveres de arbustos secos que dan tumbos, al ritmo de los vientos que vienen de la planicie. Una calma de fotografía mohosa, mostrando un tiempo estacionado por el calor y los reflejos de una luz cegadora. Pasamos la noche en la ciudad, en un hermoso hotel que parecía sacado de otra historia. La noche, en un bar al lado de la Plaza 12 de Julio, se llenó de vino y asado, con todas las partes posibles de una vaca,  y de lo alegría hecha ritmo de unas chacareras, que llegaban desde un bar vecino. 

Al día siguiente, en dos Land Rover puntuales y correctamente cargados iniciamos el viaje hacia Villamontes, en la mera cuenca del Tuntey, o río Pilcomayo, donde tendríamos una primera parada de trabajo para analizar proyectos de preparación para desastres en la región. En Villamontes aprendimos del Chaco, de su historia reciente y compleja, con gente que lo aprecia y lo conoce. Con ellos tomamos la ruta más adentro de la región, buscando otra vez la llegada a Yacuíba, que ya la lluvia nos había negado.

Samuhu, Toboroche, o árbol borracho
Bajo el calor y la arena, entre los matos, unos pájaros que parecen dinosaurios caminan delante de uno, como con pereza de salir volando, o te encontrás de pronto con una especie de carnero, que más parece el descendiente de un vicuño de los andes que se paseõ por estas tierras en sus tiempos mozos.

El bosque xerófilo, denso, espinoso, matizado por el Quebracho y el Samuhú, es una muestra de la realidad más apremiante del Chaco Seco: la escasez de agua. La floresta saca todos sus mecanismos para capturarla. Sólo un poco de la lluvia que cae a veces se infiltra en el suelo y, en revancha, los matorrales se llenan de espinas y hojas puntiagudas para capturar algo del agua que se evapora.

Por el bosque Xerofilo
En el lado boliviano, la presión por el petróleo, la ganadería extensiva y la siembra de soya, arrinconan al bosque, impermeabilizan los suelos y degradan al galope las frágiles condiciones sociales y ambientales. En el Chaco paraguayo buscan petróleo desesperadamente. Excavan y encuentran agua. En el Chaco Boliviano los campesinos buscan agua desesperadamente,  excavan y encuentran un petróleo que ninguno quiere, porque no los beneficia. En la cuenca baja del Río Pilcomayo, los argentinos hacen presas que impiden la circulación del surubí y los pescadores bolivianos se quedan sin peces. 

En esta región, una vaca necesita de 15 a 20 hectáreas para vivir y ser productiva. Los ganaderos tienen todas las opciones para conseguir la tierra que les haga falta. En el Chaco Paraguayo, un indígena cazador y recolector necesita una hectárea para medio sobrevivir, y no la tiene, o lo arrincona “el progreso” para que no la encuentre. 

El Pilcomayo, una frontera seca
Esmeralda es un pequeño poblado en la frontera boliviano – paraguaya. Al lado del río Pilcomayo, que sirve no solo de frontera, sino de fuente de comida y eje de vida y esperanza en esta región sedienta. Cuando lo miré, me dio la impresión de que aquel hilito de agua se había detenido y no lo empujaba ni la gravedad. De caudal majestuoso en otros tiempos, hoy, al mero inicio de la estación seca, se puede cruzar caminando. Algunas lanchitas tratan de sobrevivir, cruzando a una gente, que ya no tiene miedo a ahogarse, sino a mojarse los pies.

La realidad de la región es apabullante: Cruzando hacia Paraguay, por un brazo del río, casi nos ahogamos en polvo.


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Luis Rolando Durán
América Latuanis

Camiri, Bolivia. 2006
Fotos tomadas de la internet









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