miércoles, 10 de febrero de 2010

Terremoto en Haití: el momento de la sociedad civil




La situación en Haití continua en un momento ambiguo de asistencia humanitaria y acumulación de problemas estructurales, que ya existían pero que hoy llegan a niveles telúricos, más potentes que la actividad sísmica que ha sacudido la isla desde el 12 de Enero.

El Gobierno Haitiano, poco a poco, se viene levantando de las ruinas institucionales que han quedado esparcidas, para darse cuenta que de algún modo importantes capacidades humanas y técnicas que habían antes siguen presentes y se manifiestan hoy con mucha fuerza. Dicen aquí estamos, sabemos como hacer, pero no tenemos nada. Increíblemente, después de tantas semanas, muchas agencias de gobierno siguen sin tener los elementos más básicos de oficina para poder trabajar. Menos aún los más tecnológicos. El Centro Nacional de Operaciones de Emergencia se reúne debajo de un árbol, hasta las 6 de la tarde, cuando los mosquitos se meten en la boca en multitud y no queda más que suspender. Para nadie es fácil, todo el mundo perdió su cómoda o incomoda infraestructura.  La cooperación internacional también se trata de organizar para alcanzar el ritmo que la situación impone, y que sin duda alguna le sobrepasó hace rato.

Mientras tanto, según cifras del gobierno, unos dos millones de personas siguen en las calles, en albergues improvisados o en casas de familiares fuera de la ciudad. Esta situación nunca se había visto en la historia reciente.

Dos grandes aspectos piden una acción rápida y efectiva: el acceso a vivienda digna y el fortalecimiento de las economías familiares. 

Con una estación lluviosa próxima a llegar, el tiempo se vuelve desesperante. Miles de familias en una nueva carrera contra la desgracia. Todo el mundo lo sabe, si empieza la lluvia y las soluciones de vivienda no han llegado, el impacto será otra vez cuantioso. Ni que decir de todos los problemas sociales que trae el hacinamiento. La gran pregunta sigue siendo ¿habrá capacidad para poner todas estas personas aunque sea en viviendas de emergencia? La pregunta pone en cuestión prácticamente todo el esquema de la “Reforma Humanitaria” y su renovado sistema de atención por sectores o “clusters”, que a la fecha no ha probado ser de mayor efectividad.

Este momento convoca inapelablemente a la sociedad civil organizada, a las decenas de Organizaciones no Gubernamentales que operan en Haití desde hace años. Aquellas que sí conocen el país, su cultura, sus puntos fuertes, que son muchos. La recuperación es casa por casa, familia por familia, comunidad por comunidad. Aquí de nada vale el poder escudriñador de los satélites.  Las imágenes que desde el cielo intentan descifrar lo que pasó y pronosticar lo que puede seguir no pueden ser la fuente principal de la gestión, como probablemente lo es hasta ahora. La llegada de una plétora de agencias internacionales, con alta tecnología, con capacidad de mirar todo lo que sucede en el país, con medio metro de margen de error, con instrumentos sofisticados, que sin duda deben ser muy útiles en los países donde los diseñaron, puede confundir y hacer pensar que las soluciones son llenar en un mes todas las carencias materiales para gobernar.

Una acción del sistema oficial, agencias y gobierno, por enorme que sea, no podrá tener éxito sino se basa en el denso tejido de la sociedad haitiana. Para esto, es fundamental que se genere una nueva ola de solidaridad. Ya no para comprar alimentos, o medicinas, sino para reforzar con recursos técnicos, humanos y financieros a las organizaciones que funcionan a la escala comunitaria.

Una carrera contra el tiempo y el desafío de la participación. 

Este es el momento de la Sociedad Civil, para tomar espacio, para llegar hasta donde es necesario llegar: a la gente que sufre y espera, que tiene nombre y apellido y que hoy intenta recuperarse desde el anonimato de las estadísticas.



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Luis Rolando Durán
América Latuanis

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