El
proceso en Haití cambia aceleradamente, si bien muchos de los problemas que se
han producido siguen casi intactos. El Gobierno – o más bien el Primer Ministro
– da muestras de tomar más control y pide más organización. Las agencias, que
van saliendo del shock violento al que fueron sometidas, comienzan también a
moverse en una dirección más coordinada. Sin embargo, en asistencia humanitaria
dos temas siguen siendo cruciales y claman por mayor coordinación y por una
visión unificada: la distribución de alimentos y el alojamiento temporal de
casi 2 millones de personas. El tiempo apremia puesto que la temporada de
lluvias está a la vuelta de la esquina y toda la vulnerabilidad de este país se
ha re-configurado, en dimensiones y modos difíciles de prever o estimar.
En la
ciudad es difícil encontrar espacios vacíos. Casi todo ha sido ocupado por miles
de refugios improvisados. Los jardines de la “Primature” - sede del primer
ministro - los parques y plazas públicas y muchos espacios abiertos que ha
dejado el terremoto sirven de territorio seguro para una población aterrorizada
por las réplicas y la información tendenciosa que reproducen los oportunistas
que buscan espacio político y tiempo en la televisión y la radio. Esta
población requiere de soluciones rápidas puesto que su vulnerabilidad está
exacerbadas a un nivel indescriptible: riesgos sociales, riesgos económicos,
una alta probabilidad de incendios, y – si no hay movilización y atención
rápida – una vulnerabilidad mayor a las lluvias. Muchas agencias se mueven con
velocidad, el gobierno propone una estrategia para atender este problema. Nuevamente,
el tiempo apremia.
El
gobierno y la cooperación internacional han promovido una movilización de
damnificados hacia algunas de las provincias. Esta movilización de población, podría
significar un alivio para la ciudad y su proceso de recuperación. Sin embargo,
esta movilización y potencial migración, no esta documentada, no se sabe quién
está donde o al menos cuanta gente. Esto presenta un riesgo sensible, pero
también una oportunidad de oro: la llegada de la estación de huracanes requiere
que las provincias evalúen su nueva situación de exposición: más población,
menos capacidad de respuesta y organización.
Es
importante recordar que mucha de la población que se aglomera hoy en parques,
plazas y campamentos en la ciudad en realidad son migrantes internos, que se
han venido a buscar oportunidades. Saben que estar en un campamento es una
opción gigantesca de recibir una atención que jamás recibirían si no han sido
afectados por el terremoto. Una acción rápida para ofrecer nuevos medios de
vida a esta población para que se regrese a sus sitios de origen podría
revertir su nueva condición vulnerable y convertir la situación en una
oportunidad para reducir el riesgo, contener la migración hacia la ciudad y
mejorar la calidad de vida de este importante grupo de población.
En
estas circunstancias, con un impacto tan desmedido; unas condiciones logísticas
tan complejas – empezando por la condición insular y la frágil capacidad portuaria
y aeroportuaria – y una estación de huracanes ad portas, es vital lanzar un proceso
de fortalecimiento de las capacidades locales. Generar capacidades autónomas
para enfrentar el riesgo y fomentar la capacidad para el cambio. Esto requiere
un abordaje muy diferente, con un desafío mayor. Esto implica participación, espacio
para la sociedad civil, comprensión de los modos de organización comunitaria y
desarrollo de opciones para la población, tanto en las zonas de planicie –
altamente degradadas en su capacidad productiva – como en las zonas de cuenca
media.
En
estos días, cuando circulo la ciudad constato una realidad clarísima: la
población no va a esperar para reconstruir. Por todo lado se observa la
agrupación de materiales que pueden servir para volver a levantar una
estructura. La creatividad de los haitianos es muy grande, y así como se las
arreglan para remover el cemento y enderezar los hierros retorcidos así se las
arreglarán para ir reconstruyendo su vida, sus familias y sus medios de vida.
La gran
duda sigue siendo que tanto podrá resonar la cooperación internacional con las
expectativas de este pueblo, con sus capacidades tan poco entendidas, con sus
expectativas, que muchas veces están lejos de lo que un profesional extranjero
entiende y valora.
Pienso
que la solidaridad internacional se ha manifestado abrumadoramente, con
apertura – con conflictos, sin duda – pero con un espacio que crece a favor del
diálogo y del respeto que exige y se merece un pueblo que lleva demasiado
tiempo relegado.
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Luis Rolando Durán
América Latuanis
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