jueves, 21 de noviembre de 2013

Timor Oriental, por la ruta del sándalo




No nos dejaban hablar portugués, ni inglés. Hablábamos Tetum y querían que habláramos en Bahasa. La gente tenía miedo porque hasta el vecino podía soplar la información a los soldados, cuenta Sérgio en un caluroso restaurante en la ciudad de Liquiça. Ahora dicen que el país está progresando, pero cuando vemos la realidad local, la situación es otra...

Un recuerdo del período indonesio, aún colgado de una pared en el Ministerio de Solidaridad Social
La invasión de Indonesia a Timor Oriental es uno de los hechos más impunes y violentos del siglo XX. Con la complicidad de los Estados Unidos y de Australia, las tropas indonesas desembarcaron en la isla y a punta de balas y de napalm de fabricación soviética – contradicciones y descaro de la guerra fría – contuvieron el deseo de independencia de esta pequeño país del sureste de Asia. Miles de muertos fueron el producto de bombardeos indiscriminados y de una represión sistemática.

Timor-Leste, Timur timur, o bien Este-este, es uno de los países más recientes del concierto internacional. Conquistado primero por los portugueses, quienes llegaron a la isla a explotar la madera de sándalo, y controlado después por el rey español, en tiempos de la corona integrada de Portugal y España, la isla fue después ocupada parcialmente por los holandeses. Al final, el territorio se partió en dos (o tres por el enclave de Oecussi, territorio oriental que quedó en medio de la parte Indonesa).


Después de décadas de ocupación, un referéndum consolidó la autonomía del país hace solo diez años.

En mis años de trabajo en África, en países considerados “jóvenes” (Angola, Mozambique o Cabo Verde), siempre he vivido con intensidad el hecho de sentir el paso y la huella de la colonia en la vida diaria. Las cortinas de la casa del gobernador portugués, que dejó olvidadas al huir de ultramar, o la nostalgia eventual de algunas personas habituadas al orden europeo y a la estructura de gobierno donde las decisiones se tomaban en tierras lejanas. En América Latina la colonia es tiempo viejo, se lleva en la historia, en la configuración de las naciones, pero definitivamente no en la vida cotidiana.

En Timor-leste esta sensación es aún más fuerte y dolorosa. No solo la colonia portuguesa, que al igual que en la mayoría de países lusofonos, con la excepción de Macao, se acabó con la Revolución de los Claveles en los años 70, sino las décadas de ocupación, se encuentran grabadas en la piel y los recuerdos recientes de la gente que, como Sérgio, transitan hoy un período de transición y consolidación de la autonomía de gobierno. No de la identidad, porque precisamente la población timorense siempre guardó  y defendió su derecho a ser y definirse como país.
 
La ciudad de Dili se asienta, bajo el calor y la humedad del trópico asiático, a lo largo de la Bahía de Timor. Pequeña, segura y ordenada, sorprende al mirarla y al sentirla. El mercado principal de la ciudad no se parece en nada a los que conozco en otros países. Lejos del caos de verduras y animales vivos o listos para comer, en Dili y en los pequeños mercados locales, todo está ordenado, con primor, casi podría decir que con cariño.

Esta cortísima visita a Timor Oriental he podido observar una diversidad que aún parece estar en un caldo de cocción a fuego lento: una población católica ferviente, con procesiones al Cristo Rey que domina la Bahía y con imágenes omniprescentes de la Virgen de Fátima que traen la nostalgia de Portugal; una sociedad tolerante, donde homosexuales y travestis no solo caminan la ciudad sin agresión, sino que son parte vital de ceremonias locales y de la vida en comunidad; la presencia china, al igual que en África,  visible en el comercio de la calle y en las nuevas obras de infraestructura que el descubrimiento de petróleo y gas están financiando; y el colorido de un país que se construye a si mismo, sin arrogancia ni demasiadas pretensiones, pero con mucha convicción de su futuro.


Neymar, con la camiseta de Messi!
















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Luis Rolando Durán Vargas
® América Latuanis

Algunas imágenes de Dili y Liquiça



Una isla llena de playas de arena blanca



Visita de estudio a una zona inundable en el distrito de Liquiça



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