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Un recuerdo del período indonesio, aún colgado de una pared en el Ministerio de Solidaridad Social |
La invasión de
Indonesia a Timor Oriental es uno de los hechos más impunes y violentos del
siglo XX. Con la complicidad de los Estados Unidos y de Australia, las tropas
indonesas desembarcaron en la isla y a punta de balas y de napalm de
fabricación soviética – contradicciones y descaro de la guerra fría –
contuvieron el deseo de independencia de esta pequeño país del sureste de Asia. Miles de muertos fueron el producto de bombardeos indiscriminados y de una represión sistemática.
Timor-Leste, Timur
timur, o bien Este-este, es uno de los países más recientes del concierto internacional.
Conquistado primero por los portugueses, quienes llegaron a la isla a explotar
la madera de sándalo, y controlado después por el rey español, en tiempos de la
corona integrada de Portugal y España, la isla fue después ocupada parcialmente
por los holandeses. Al final, el territorio se partió en dos (o tres por el
enclave de Oecussi, territorio oriental que quedó en medio de la parte Indonesa).
Después de décadas
de ocupación, un referéndum consolidó la autonomía del país hace solo
diez años.

En Timor-leste esta
sensación es aún más fuerte y dolorosa. No solo la colonia portuguesa, que al
igual que en la mayoría de países lusofonos, con la excepción de Macao, se
acabó con la Revolución de los Claveles en los años 70, sino las décadas de
ocupación, se encuentran grabadas en la piel y los recuerdos recientes de la
gente que, como Sérgio, transitan hoy un período de transición y consolidación
de la autonomía de gobierno. No de la identidad, porque precisamente la
población timorense siempre guardó y
defendió su derecho a ser y definirse como país.
La ciudad de Dili se
asienta, bajo el calor y la humedad del trópico asiático, a lo largo de la Bahía
de Timor. Pequeña, segura y ordenada, sorprende al mirarla y al sentirla. El
mercado principal de la ciudad no se parece en nada a los que conozco en otros
países. Lejos del caos de verduras y animales vivos o listos para comer, en
Dili y en los pequeños mercados locales, todo está ordenado, con primor, casi
podría decir que con cariño.
Esta cortísima
visita a Timor Oriental he podido observar una diversidad que aún parece estar
en un caldo de cocción a fuego lento: una población católica ferviente, con
procesiones al Cristo Rey que domina la Bahía y con imágenes omniprescentes de
la Virgen de Fátima que traen la nostalgia de Portugal; una sociedad tolerante,
donde homosexuales y travestis no solo caminan la ciudad sin agresión, sino que
son parte vital de ceremonias locales y de la vida en comunidad; la presencia
china, al igual que en África, visible en el comercio de la calle y en las nuevas obras de infraestructura que el descubrimiento de petróleo y gas
están financiando; y el colorido de un país que se construye a si mismo, sin arrogancia
ni demasiadas pretensiones, pero con mucha convicción de su futuro.
Luis Rolando Durán Vargas
® América Latuanis
Algunas imágenes de Dili y Liquiça
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Una isla llena de playas de arena blanca |
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Visita de estudio a una zona inundable en el distrito de Liquiça |
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