
Hoy, Luanda parece haber dejado muy atrás parte de ese
pasado. La modernidad se ha instalado y se observan ya muchos de los
beneficios de la vida urbana. La avenida marginal, en especial, muestra un cambio
rotundo que ofrece, no solo un paisaje renovado y agradable, sino una
oportunidad de espacio abierto y lúdico para su población.
La Ilha de Luanda,
una hermosa flecha litoral que se interpone entre la suave curva de la bahía,
el extremo del puerto en ebullición permanente y la ondulación uniforme del
océano atlántico, pasó de ser una promesa para constituirse hoy en una avenida
moderna, llena iluminada y construida con un claro sentido.
Indudablemente, es notorio como el precio de una modernidad
tan rápidamente alcanzada, es la contradicción, el empuje y el traslado
involuntario, a costos elevadísimos, tanto en términos de indemnizaciones como
de la aceptación por parte de los niveles populares de
perder sus antiguos
espacios.Por ejemplo, el barrio de Xinaxixe, antes populoso – y popular – hoy alberga ya grandes edificios de cristales ahumados o luminosos – y pronto contará con uno de los mall más modernos del continente. Donde estaba antes la confusión y una serie de comunidades marginales, hoy se asientan bancos y otros símbolos del poder global. Este traslado de las condiciones marginales, aunque supuestamente mejorado en términos de alguna infraestructura, no deja de ser sujeto de muchos cuestionamientos. De igual forma, la salida de decenas de pequeños bohíos, alojados a lo largo de la versión anterior de la Ilha, levanta la pregunta de para quien se hacen los cambios.
La influencia del capital internacional, la explosión de precios y de actividad económica generada por la bonanza petrolífera y la enigmática y abrumadora presencia china en el país y la ciudad, son temas que se cruzan y requieren analizarse para poder entender lo que está ocurriendo aquí.

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Luis Rolando Durán Vargas
®América Latuanis
rolandodv@mac.com
Algunas fotos del primer día de visita.
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