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¡aquí abajo, cerca de las raíces, hay hombres y mujeres que saben a qué asirse!
Joan Manuel Serrat
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Sol de Alto Perú
rostro Bolivia, estaño y soledad
un verde Brasil besa a mi Chile cobre y mineral
subo desde el sur hacia la entraña América y total
pura raíz de un grito
destinado a crecer y a estallar
Armando Tejada Gómez
Fecha: 17 de julio de 2016
Ruta: Santiago – Lima
Hace unos 200 millones de años Gondwana se separó de Laurasia, y desde entonces tenemos el sur. Tierra rebelde que se aleja, por deriva continental, tectónica de placas, o putiasón pura y dura. Ese sur reciente navegó por milenios en un mar triásico, nuevito, sin tiburones ni trasatlánticos. En el camino se dividió: África se fue por un lado y Sudamérica por el otro y desde entonces se andan buscando, con ganas de volver a ser uno. Pero, ni la discontinuidad de las rocas y los arrecifes, ni la zanja marina que se creó, lograron romper la vieja cercanía, y las historias se juntaron siempre.
Si uno se para en la playa brasileña de Recife y mira bien hacia el horizonte, en algún vértice probable se topará con la mirada de un angolano, sentado en la Ilha de Luanda, mirando al mar que los separa hoy. En las tierras del África Austral, como Angola, Namibia, Moçambique o Madagascar se encuentra el Imbondeiro o Baobab, un árbol emblemático de grueso tronco y pequeñas ramas, estiradas como dedos, mientras un primo cercano adorna el seco paisaje de este lado: árbol borracho lo llaman en Paraguay y toboroche en Bolivia.
América del Sur comienza en donde termina el arco sur de las Antillas Menores y en el tapón del Darién. Allá, por donde nacen año a año los huracanes del Gran Caribe. Las tormentas, para su bien, se van al norte. O se iban. El Río de la Plata fue anfitrión sorprendido de un ciclón extratropical que quizás tenía demasiado frío y trajo vientos de huracán a la placidez atlántica del delta y dejó grandes pérdidas en Uruguay.
Variedad y extensión, palabras clave para este lado del mundo: La extensa soledad del llano en Venezuela y Colombia – donde algún despistado calificó de barbarie la impune alegría de los llaneros y de civilización las cercas de alambre y el corral. La casi perenne humedad amazónica de la selva brasileña, peruana y boliviana. Los extremos climáticos del seco y caliente Atacama, de la seca y fría Patagonia y del seco y olvidado Gran Chaco. Las cumbres andinas donde Quito y La Paz imponen su terca vocación urbana y la gélida lejanía de la Tierra del Fuego.
Extremos. Las poblaciones indígenas originarias se siguen hundiendo en los resabios de lo arrebatado, ocupando los suelos que nadie quiere, trashumando entre la incomprensión y el olvido. Puede ser la confrontación contra el avance depredador de la soya, que hacen los indígenas Xavante en el Mato Grosso, la resistencia de los Chorotes o los Calchaquí en Argentina, la combativa rabia de los Mapuches en Chile, o la costumbre nómada de los indígenas del Chaco, que cazan y recolectan sin que nadie sepa de donde vienen o para donde van. Mientras tanto, los grandes empresarios de la soya o la madera siguen devorando tierras, recursos naturales y posibilidades. Igual da si es la cuenca del Amazonas o la del Río de la Plata. El viejo Bush invierte en Chile, para sacar hasta el último palmo de mineral vendible, sin que se haga mucho al respecto. Los capitales van y vienen, sin pasaporte y la América Latina se destaca por la vergüenza de una brecha social sin parangón en el mundo.
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El Chocó, Colombia |
Extremos, que curioso: Surámerica tiene también la mayor humedad y la mayor sequedad del pla
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Desierto de Atacama, Chile |
Extremos, altitudes y hondonadas. Cuando hace buen tiempo, las nieves del Chimborazo se miran nítidas. El cono perfecto del volcán le da una luz especial a Quito. Generalmente, cuando se aparece entre la neblina, también se miran otros de los volcanes nevados que pululan por la tierra Ecuatoriana. El Cotopaxi es precisamente el volcán activo más alto del mundo. Las hondonadas hacen de Quito una ciudad que invita a la fantasía, como una Rivendel altiplánica, sin elfos, claro está pero con nieblas de advección que se quedan en el fondo del valle y hacen que uno se sienta para arriba de las nubes. Los casi 3.000 metros de altitud que tiene la ciudad se pueden sentir en toda parte, no solo en el aire que falta o el mareo que se mete poco a poco, sino en el vértigo de andar siempre por el filo, al borde de algo.
Extremos, entre mar y desierto. En Lima el océano pacífico se le viene a uno encima. La ciudad mira al mar, embelezada, como un leming frustrado que no ha logrado el chapuzón. Pero también se va al desierto, invade las zonas secas. Lima, después del Cairo, es la segunda ciudad más grande ubicada en un desierto. Aquí nunca llueve. Las casas tienen el techo plano, con una especie de resignación silenciosa, de hecho cumplido, de ansias olvidadas. El agua no viene del cielo. Los huaycos (llocllas en quechua), avalanchas de lodo que matan a tanta gente, bajan por el Rimac, llevándose casas, cultivos y carreteras. Los trae el río cada cierto tiempo, talvez impuntual, pero siempre seguro.
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La ciudad de Lima |
Extremos, la sed acechando sobre una tierra donde sobra el agua. La violenta exclusión y el saqueo de tantos años envían a indígenas y campesinos bolivianos hacia el Chaco. Allá se encuentran con que nada de lo que saben sembrar o criar se logra sin el agua. En los periodos secos se les muere el poco ganado a unos pasos de donde hubo agua. La desertificación avanza en Chile, inexorablemente. Al suelo se lo lleva el viento. Igual en la Argentina y en el norte de Brasil, supuestamente húmedo. Pero el acuífero guaraní, que comparten Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, es el más grande del mundo y puede abastecer de agua a la población mundial por 200 años.
Extremos, finalmente. Estamos en el segundo lustro del siglo XXI y los mismos de siempre hibernan en el poder, mientras en algunas partes los-que-nunca-ganan se comenzaban a acercar: Evo Morales, apoyado por los olvidados, nacionalizaba el gas, y el petróleo. Ahora en Bolivia solo hay límites cardinales, sus pies ya no limitan con España, Estados Unidos o Brasil. Chile, por el contrario, cedía con Pascua Lama y la transnacional Barrick Gold, y su viejo fantasma de los metales volvía a aparecer desde el fondo de las pesadillas. En Brasil, mientras los ricos siguen, descuidados, haciendo plata, una arquitectura social se consolida y le cruza la cerca a la perfecta estructura de control de los recursos del Estado. En Perú, Allan García lograba regresar, divorciado completamente del discurso social que lo había hecho presidente, y estableciendo alianzas con la derecha regional, encabezaba por el colombiano Álvaro Uribe.
Pero ... el sur existe, lo dijo Serrat, con su esperanza dura y su fe veterana.
Me despido de mi periplo por este sur que tanto duele, pero que tanto da, y que mejor que recordando este poema de Nicomedes Santacruz.
Mi cuate
Mi socio
Mi hermano
Aparcero
Camarado
Compañero
Mi pata
M´hijito
Paisano...
He aquí mis vecinos.
He aquí mis hermanos.
Las mismas caras latinoamericanas
de cualquier punto de America Latina:
Indoblanquinegros
Blanquinegrindios
Y negrindoblancos
Rubias bembonas
Indios barbudos
Y negros lacios
Todos se quejan:
—¡Ah, si en mi país
no hubiese tanta política...!
—¡Ah, si en mi país
no hubiera gente paleolítica...!
—¡Ah, si en mi país
no hubiese militarismo,
ni oligarquía
ni chauvinismo
ni burocracia
ni hipocresía
ni clerecía
ni antropofagia...
—¡Ah, si en mi país...
Alguien pregunta de dónde soy
(Yo no respondo lo siguiente):
Nací cerca del Cuzco
admiro a Puebla
me inspira el ron de las Antillas
canto con voz argentina
creo en Santa Rosa de Lima
y en los orishás de Bahía.
Yo no coloreé mi Continente
ni pinté verde a Brasil
amarillo Perú
roja Bolivia.
Yo no tracé líneas territoriales
separando al hermano del hermano.
Poso la frente sobre Río Grande
me afirmo pétreo sobre el Cabo de Hornos
hundo mi brazo izquierdo en el Pacífico
y sumerjo mi diestra en el Atlántico.
Por las costas de oriente y occidente
doscientas millas entro a cada Océano
sumerjo mano y mano
y así me aferro a nuestro Continente
en un abrazo Latinoamericano.
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Luis Rolando Durán
América Latuanis
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