jueves, 3 de marzo de 2022

No distinguía mucho entre la fantasía y la realidad maravillosa que nos visitaba por temporadas.


Tecnología y nostalgia, tecnología y sorpresa, tecnología como hito, punto de inflexión que separa generaciones como si fueran terremotos.



Quiubole, ¿cómo va la curva de enero?

Ojalá se pase pronto este tiempo en el que uno ansía, como todos los años anteriores, pasarlo en abundancia, con solcito y palmeras borrachas de sol, a la par de una birra fría. Extras y compañía al gusto de cada quien, pues.

Hoy, por ninguna razón particular, quiero hablar de tecnología. Tecnología y nostalgia, tecnología y sorpresa, tecnología como hito, punto de inflexión que separa generaciones como si fueran terremotos.

Quiero decir unas cosas antes de abrir el baúl y desempolvar los viejos aparatos que me/nos hicieron soñar: creo que la tecnología sorprende y maravilla a la generación que se le aparece de formas muy parecidas. No creo en afirmaciones del tipo “antes todo era mejor”. Tampoco creo en instrucciones arrogantes como “no le des a tu hijo un iPad”. Para mí la tecnología es material para soñar, para alegrarse, territorio para conquistar. La primera vez que usé una computadora, en 1982,  pasé horas tratando de programar un algoritmo para que en la pesadísima televisión negra, con símbolos naranja, una línea recta fuera de un punto a otro. Esa fue mi conquista de la computación, mi bandera en territorio ignoto, mi primer beso...





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Luis Rolando Durán Vargas América Latuanis

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