jueves, 3 de marzo de 2022

Del futuro posible, de la vigencia de los sueños y las utopías


El camino hasta el puerto que nos llevaría a Ganvié fue todo color: en la tierra, en los edificios y casas, en la ropa de la gente, y después en los pequeños barcos.


Quiúbole, ¿todo bien? 

Hace un tiempo estaba en Malawi, en la ciudad de Salima a orillas del Lago Malawi o Niassa, como lo llaman al otro lado en Mozambique. Llevaba ya varios años trabajando en África, pero tenía aún uno de esos sueños inconfesos de niñez: la aventura africana, internarme en la jungla, como lo llamaban en las películas, y ver por mí mismo la exuberancia y el riesgo. Entonces decidí hacerlo. Me puse mis zapatos de caminar y comencé a subir el sendero que llevaba a una montaña pequeña, cerca del lago. Me sentía muy realizado y cuando empecé a mojarme de sudor, me sentía feliz, un tanto heroico. Tenía un poco de temor, por supuesto. Caminar en la montaña no era algo extraño para mí, pero hacía muchos años que no lo hacía. Iba subiendo por un sendero muy angosto y empinado; a un lado el bosque y al otro lado, en una pendiente un poco más suave, la población. 


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Luis Rolando Durán Vargas América Latuanis

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