jueves, 3 de marzo de 2022

La guerra, ese fantasma que recorre el mundo desde su constitución



Ha sido difícil escribir el envío de esta quincena, en días de espanto cuando tantas pesadillas dejadas atrás se vuelven una realidad amarga e irrefutable.


Ha sido difícil escribir el envío de esta quincena, en días de espanto cuando tantas pesadillas dejadas atrás se vuelven una realidad amarga e irrefutable. La guerra, ese fantasma que recorre el mundo desde su constitución, que nunca para de volver. Ni siquiera da suficiente tiempo para arrellanarse y enfrentar una vida que puede ser fácil o difícil, feliz o triste y casi siempre una combinación de todos los extremos, pero que sin ese ingrediente superlativo de la estupidez humana podría tener otros desafíos, otras soluciones. 


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Luis Rolando Durán Vargas 
América Latuanis

Se escuchaba el ronroneo de muchas plantas eléctricas



Tiene el corazón tan grande que dios necesitó fabricar un cuerpo también grande para acomodar ese corazón suyo


Quiúbole, ¿Cómo vamos? Los días no cesan de ser extraños y el tiempo que vivimos parece no querer darse la vuelta. Pero aquí estamos!

Una querida amiga nicaragüense publicó una historia en Facebook donde recordaba que hace 38 años murió Julio Cortázar. Julio, el querido Julio. Sandra recordó el momento con la publicación de la portada de uno de sus libros más entrañables para mí: “Nicaragua, tan violentamente dulce”. Y, como en un flashback, me remonté a hace varias décadas, un día que estaba en una casa, donde me iba a quedar, en Managua.


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Luis Rolando Durán Vargas América Latuanis

Del futuro posible, de la vigencia de los sueños y las utopías


El camino hasta el puerto que nos llevaría a Ganvié fue todo color: en la tierra, en los edificios y casas, en la ropa de la gente, y después en los pequeños barcos.


Quiúbole, ¿todo bien? 

Hace un tiempo estaba en Malawi, en la ciudad de Salima a orillas del Lago Malawi o Niassa, como lo llaman al otro lado en Mozambique. Llevaba ya varios años trabajando en África, pero tenía aún uno de esos sueños inconfesos de niñez: la aventura africana, internarme en la jungla, como lo llamaban en las películas, y ver por mí mismo la exuberancia y el riesgo. Entonces decidí hacerlo. Me puse mis zapatos de caminar y comencé a subir el sendero que llevaba a una montaña pequeña, cerca del lago. Me sentía muy realizado y cuando empecé a mojarme de sudor, me sentía feliz, un tanto heroico. Tenía un poco de temor, por supuesto. Caminar en la montaña no era algo extraño para mí, pero hacía muchos años que no lo hacía. Iba subiendo por un sendero muy angosto y empinado; a un lado el bosque y al otro lado, en una pendiente un poco más suave, la población. 


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Luis Rolando Durán Vargas América Latuanis

No distinguía mucho entre la fantasía y la realidad maravillosa que nos visitaba por temporadas.


Tecnología y nostalgia, tecnología y sorpresa, tecnología como hito, punto de inflexión que separa generaciones como si fueran terremotos.



Quiubole, ¿cómo va la curva de enero?

Ojalá se pase pronto este tiempo en el que uno ansía, como todos los años anteriores, pasarlo en abundancia, con solcito y palmeras borrachas de sol, a la par de una birra fría. Extras y compañía al gusto de cada quien, pues.

Hoy, por ninguna razón particular, quiero hablar de tecnología. Tecnología y nostalgia, tecnología y sorpresa, tecnología como hito, punto de inflexión que separa generaciones como si fueran terremotos.

Quiero decir unas cosas antes de abrir el baúl y desempolvar los viejos aparatos que me/nos hicieron soñar: creo que la tecnología sorprende y maravilla a la generación que se le aparece de formas muy parecidas. No creo en afirmaciones del tipo “antes todo era mejor”. Tampoco creo en instrucciones arrogantes como “no le des a tu hijo un iPad”. Para mí la tecnología es material para soñar, para alegrarse, territorio para conquistar. La primera vez que usé una computadora, en 1982,  pasé horas tratando de programar un algoritmo para que en la pesadísima televisión negra, con símbolos naranja, una línea recta fuera de un punto a otro. Esa fue mi conquista de la computación, mi bandera en territorio ignoto, mi primer beso...





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Luis Rolando Durán Vargas América Latuanis