miércoles, 21 de noviembre de 2012

... y la poesía de Machado... a propósito de un concierto



(Escribí este texto hace muchos años, y hoy, con el concierto que se dieron Sabina y Serrat, se me regresó la historia)
Siendo niño de primaria mis padres hicieron un viaje de vacaciones a Panamá. En Costa Rica, el viaje a Panamá era como una peregrinación (sigue siéndolo). Otra romería, como la que llena las calles de todo el país los últimos días de Julio y el 1ero de agosto. 

Como corresponde, volvieron cargados de compras. De las cosas que los panameños saben que a los ticos les gusta y que preparan con fruición para los días de la avalancha que viene de Paso Canoas. Lienzos de franela negra, con el Canal de Panamá en líneas brillantes; floreros plásticos que en lugar de flores emitían luz por la punta de los tallos; perfumes “charlie”, desodorantes “brut” y alguna que otra camisa con las últimas. 

Además de lo típico, mis viejos llegaron con un radio/grabadora, y con varios cassettes de música panameña grabada al vuelo, con comerciales y caídas de señal incluidas. Jim Carrizo cantaba entre el hizzzz de la señal huidiza y los muy motivados gritos del animador de radio. 

El "Viva Panamá" amenizó muchas mañanas de sábado, desde lo alto del refrigerador. Ahí estaba la radio-grabadora, protegida supuestamente contra nuestra vocación depredadora de niños. Un día, jugando alrededor de la radio, escuché un programa especial. Hablaba de España, de la música de la madre patria (así decía, no me culpen a mi). Camilo Sesto y Julio Iglesias se la pasaban gimiendo desconsoladamente y uno comenzaba a soñar con amores imposibles, desgarradores, heroicos. El tiempo vivido aún no daba mucho para imaginar, y Camilo y Julio tampoco. 

Un buen día, el anuncio cambió y antes de comenzar la emisión, anunciaron la música que vendría, al final, el locutor dijo “y la poesía de Machado”. Comenzó entonces un viaje que por suerte no se ha terminado aún. Unos de los más largos que he emprendido. La música de Serrat invadió nuestra casa en Santiago de Puriscal. A mí, se me quedaría pegada fuertemente en el alma (perdonen el lugar común) y desde entonces Serrat se volvió un sitio, un lugar donde siempre vuelvo a buscar lo que me puede mover, la raíz de la poesía que comencé a buscar con avidez.



Con Serrat llegó también Machado. Música y poesía juntas, con una potencia telúrica, llegaron para llenar los espacios del suspiro temprano, de la ansiedad sin nombre, del rostro huidizo.

Machado se me apareció como un presagio, cuando contó:

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.

Machado ha de volver, como vuelve Serrat cada vez que le da la gana. Más allá de su golpe a golpe o de los videos llenos de florcitas cursis con que matizan sus Cantares. Siempre converso con el poeta, cuando me veo en mis propios campos de Soria, cuando la sencillez del ojo que no es ojo porque ve, sino porque te ve me cae rotunda en medio de la pretensión, de la palabra fácil. 


---------------------------------------
Luis Rolando Durán Vargas
América Latuanis

No hay comentarios:

Publicar un comentario