sábado, 30 de octubre de 2010

Luanda a la Peking



Angola está a punto de celebrar 37 años de vida independiente, de descolonización. Para un latinoamericano es difícil comprender esto. Cuando alguien me dice “en tiempos de la colonia yo hacía” … o bien “esto en tiempos coloniales era de tal manera” la primera impresión que todavía tengo es de desubicación total. La colonia para mi no es un recuerdo, es una referencia en un libro, una noticia vieja, sin periódico ni noticiario. Aquí es todo lo contrario, para algunos es motivo de nostalgia – quizás para muchos – para otros un mal recuerdo o una imagen fresca, heredada por los padres.
La guerra en Angola terminó hace ocho años. Solamente. Después de casi 30 años en los que el país sufrió profundamente, por tantas muertes, por la destrucción de su infraestructura, por las heridas profundas en la sociedad. Heridas que todavía están ahí. Cuando comencé a venir a este país, quedé sorprendido por esa situación. Por ese cambio radical, todavía humeante. Una ciudad que parecía salida de un letargo de siglos, donde se mezclaban el caos, la basura, los recuerdos de gloria y las expectativas. Hoy es diferente. Angola es un país que crece aceleradamente. Pero también caóticamente. 
Los beneficios de la factura petrolera se pueden observar en una infraestructura que no para de crecer, llenando de cemento, acero y vidrios polarizados la antigua ciudad idílica que construyeron los portugueses, en la inmensa flota de carros de más de 100.000 dólares, conducidos por nuevos ricos, que tienen varios y que no se preocupan de cuanto están bloqueando las exhaustas avenidas. En las tiendas de lujo que encontraron un refugio chic en el sur de la ciudad, hacia donde se mueve la burguesía y los empresarios nacionales y extranjeros. También, de alguna manera, en la suerte de justicia que se da cuando se relocaliza comunidades enteras, que deben abandonar sus tugurios en esta Luanda que los expulsa, pero que les da vivienda y mejores condiciones de salud.
(este edificio muestra una de las mayores contradicciones: al lado del crecimiento chic de la ciudad, esta gente vive sin la menor protección en un edificio abandonado)

Pero quiero hablar de otra cosa, de algo que a veces se nota fácilmente, pero que, si mirás con detenimiento, alcanza proporciones alucinantes: la presencia china en la ciudad, y por extensión en el país. Es fácil encontrarles al lado de una acera, dirigiendo un equipo de angolanos que limpia un espacio, que mueve escombros y comienza a construir. Muchos vehículos del gobierno son chinos y una cantidad de edificios que estuvieron abandonados hoy son bellezas arquitectónicas, o espantosas, pero prácticas construcciones gubernamentales o privadas, terminadas, remodeladas o reconstruidas por una empresa china. El nuevo palacio de Justicia, un hermoso edificio aquí al lado del hotel, fue rehabilitado por ellos, y el congreso nuevo, que ocupará varias hectarias en la planicie, cerca del mar, está a cargo de un equipo chino. 
La economía nacional está totalmente permeada por la inversión china, y ya su integración social se intensifica. El edificio de la oficina de intereses chino-angolanos domina la oscura noche de la ciudad, con espectáculo luminoso de los más kitsch que uno se pueda imaginar. Envía el mensaje claro de su presencia, y sobre todo de su influencia en este país que se lanza desesperado a la modernidad.
Una de las mayores construcciones que se observa hoy es el hotel Intercontinental, que amenaza con levantar aún más los absurdos precios que ya tiene este país, y que incluirá un gigantesco casino de varios pisos. Es construido por la empresa Namkwang, por supuesto con importante participación china.

La participación china en la economía angolana sigue un curso totalmente diferente al acostumbrado en las relaciones bilaterales occidentales. La mayoría de gente con quien he hablado (europeos o gringos) confiesa que no la comprende, la llaman espada de doble filo, o los más cautos, una incógnita por resolver. Gallo tapado diríamos en mi tierra!
Habrá que ver. Por lo pronto, Luanda sigue evolucionando, reclinándose en la mano, el martillo y la eficiencia irrefutable de los chinos. Una asociación que se esparce por toda África y que amenaza las bases de la estructura de negocios gringo – europea. 
Eso, de por sí, ya es bastante emocionante.


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Luis Rolando Durán
América Latuanis





sábado, 16 de octubre de 2010

De Frankfurt a Luanda: Regreso a África


Trípoli

Después de unos minutos de haber dejado Frankfurt, volamos en la noche Europea hacia el Mediterráneo. De repente, entre la oscuridad anónima del cielo aparece Trípoli, puerta de entrada al Sahara y al continente africano. Me impresionó la vista tan cercana de esta ciudad, de sus luces, de la forma como se extiende sinuosa a lo largo de ese pedazo de la costa de Libia. La entrada al Sahara fue pura noche, con la sola emoción de seguir de vez en cuando el mapa para ver los sitios por los que estábamos volando. El desierto define una vasta extensión de la geografía africana y mirarse como un punto en esa vastedad amarilla no deja de llegar profundo.

La llegada a Luanda ha sido interesante. Siempre es lindo volver. Habrá como mil tangos que lo dicen mejor, con más cadencia y profundidad. Pero se siente bien, aproximarse, recordar, comparar y sentirse de nuevo en un sitio conocido, donde no solo se ha estado sino se ha vivido. En Luanda está lloviendo. El “cacimbo” – una fresca estación seca – está saliendo para dar paso al verano, que es cuando llueve. Esta madrugada tiene una pequeña garúa y el cielo tiene un intenso color plomo.

La primera vista de la ciudad impresiona. Vine el año pasado, pero se nota que el ritmo de crecimiento no se detiene. En el horizonte se ven las construcciones nuevas, que se levantan contra el cielo, varias grúas de esas que parecen una T, llenan el paisaje y presagian que la ciudad engreída de los portugueses, con su vía marginal (costanera) llena de edificios clásicos de estilo europeo, pasará pronto a ser una urbe poblada de edificios altos y llenos de vidrios. Esa costumbre de las nuevas ciudades ricas, tan práctica, pero tan plástica. Muchas de esas tenemos hoy en América Latina. 

Con este primer vistazo se notan los avances, el rumbo claro y los contrastes.

Para muestra, unos botones: El aeropuerto renovado da una impresión de modernidad, de puesta al día. A la salida, en el barrio marginal de Kazenda las cosas no parecen cambiar. Nodo de llegada de inmigrantes de Mali, el Congo y otras partes de África,  combinados con la situación precaria de los habitantes de la ciudad, este barrio es un recordatorio permanente de la verdadera situación de miles, si no millones,  de habitantes.

Más aún, mis colegas vienen llegando de trabajo de campo en los barrios de la periferia. Su asombro era notable y duro. En la periferia no se sabe como sobrevive la gente. A veces mal, a veces peor. Entre la angustia de la basura y la falta de oportunidad. Sin ningún tipo de saneamiento ni de servicios, ahí se vive en el fondo de la marginalidad, de la falta de oportunidad.

Por otra parte, viejos barrios pobres, o mejor dicho precarios, son movidos para instalar en ellos las mansiones de la nueva Luanda. La gente es movida a nuevos condominios, lejos del centro. Una por otra: relocalización por habitar una tierra cada día más cara y estratégica, pero también mejora sustancial en las condiciones habitacionales. Contrastes y apuestas por evaluar!

Claramente, Luanda se debate por salir de un pasado demasiado cercano de caos, escasez de servicios y deterioro urbano. La ciudad se mira muy limpia y con una vitalidad inapelable. Habrá que ver como se maneja el problema de los altísimos precios, los servicios de agua y electricidad, el hacinamiento y la creación de trabajo para mejorar la condiciones de los que nada tienen...


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Luis Rolando Durán
América Latuanis