sábado, 26 de junio de 2010

Terremoto de Haití: Puerto Príncipe, una vulnerabilidad estacionada




Fecha: Tiempos de terremoto

A través de la ventana se observa el viento,  mece con suavidad las hojas de los flamboyants, el hermoso malinche traído de África y que colorea nuestras tierras tropicales. Con un ritmo cadencioso, sus flores van cayendo al suelo y lo forran de un rojo violento. Una capa que rápidamente será barrida por la lluvia, que aparece con más frecuencia e intensidad cada día. 

En Haití la vida sigue a su ritmo. Sobre los escombros de la ciudad, otra ciudad pareciera fundarse, poco a poco, sobre la realidad contundente de las grandes losas de cemento caído, que nadie parece querer levantar, o nadie parece querer hacerlo. En el centro de la ciudad los vendedores comenzaron hace tiempo a utilizar estructuras inclinadas o caídas, en posiciones inverosímiles, pero que dan sombra y un espacio controlable para vender zapatos, toallas, medicinas, DVD o cualquier camiseta del mundial. Hasta de los países que no fueron..



El paisaje urbano es un collage de escombros apilados, tiendas de campaña, toldos a medio colocar sobre cuatro palos que buscan desesperadamente convertirse en casa. Por todas partes se ve gente recolectando un material blanco arenoso, que están usando para hacer cemento y continuar la “reconstrucción”. Ese material parece arena, pero no lo es, es un material calcáreo, que no tiene la capacidad de solidificar de la arena verdadera, sumamente escasa en el país.

Conversando con mi colega Eric Calais, en cierto modo el gurú de los sismos en el país, me hacía notar un asunto interesante:  

El cemento que están usando, seguramente volverá a caerse encima de la gente en un próximo sismo. 

¿y de donde lo traen? Ahí la paradoja, me dice Calais: esa arena viene de las canteras que se han hecho en zonas alineadas con la falla. 

Entonces, resulta que durante un largo período geológico de millones de años, los movimientos sísmicos han ido moliendo el tiempo y las rocas y produciendo este material, que luego se va a las casas y construcciones, que los mismos movimientos geológicos muy seguramente volverán a hacer caer. 

¿Un circulo vicioso de la naturaleza, o una muestra más de la incapacidad de los procesos humanos que no logran entenderlo y hacerlo cambiar?

En el Río Gris (así se llama) hay un material arenoso mucho más apto para construir. Pero los propietarios de las canteras, que son los mismos dueños de la mayoría de lo que hay en Haití, presionan para que no se explote. Ellos saben que la calidad es mayor y que la gente dejará de usar el suyo. ¡Creo que eso responde muchas preguntas, muchos porqué!.

En esta situación, después de haber visto tantos terremotos y desastres que se quedan poco a poco en el olvido, no queda más que mirar y preguntarse cuánto se logrará cambiar, y cómo. Normalmente los procesos de reconstrucción son una bodega de promesas, de buenas intensiones y planes discutidos en lobbies internacionales, pero la realidad misma que creó las condiciones para el desastre golpea en la cara y recuerda que no se trata de prometer, sino de comprender la historia, las expectativas y las prioridades de una población, para entonces, lejos de las grandes cifras, encontrar las soluciones que verdaderamente funcionan. 

Claro, es más visible ofrecer decenas de miles de billones, aun sabiendo que muy probablemente no saldrán de las primeras planas y de los gráficos en powerpoint. 

Mientras tanto, la gente no espera. Simplemente sigue, luchando por una vida mejor, valiéndose de ellos mismos, que es el más importante recurso disponible. 





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Luis Rolando Durán
América Latuanis