domingo, 20 de diciembre de 2009




Una vez me encontré con ... un cineasta de la esperanza

Rüdiger Nehberg es una persona que se ha lanzado a luchar por algunas de esas cosas que a todo el mundo se supone que le importan, pero que difícilmente alguien asume con acciones concretas – más allá de expresar consternación, dar un donativo, o asistir a algún concierto de esos que abundan desde hace unos años, como actos de contrición multitudinaria.

Pero él no es así, se compra el clavo y se va a hacer las cosas. Hace muchos años navegó el Atlántico para llegar a la Amazonía a luchar por la conservación de ese pulmón de un planeta que se ahoga. Luego, a partir de un dura experiencia personal, emprendió un largo camino de lucha contra la mutilación femenina en algunos países de África musulmana.

Pero no es con Nehberg con quien me encontré.

En diciembre de 2009, estaba cenando en la terraza del Hotel Montana, en Puerto Príncipe, Haití. El mismo hotel que un mes después quedaría totalmente destruido por el terremoto que desmoronó el 75% de los edificios de la ciudad y que se llevó la vida de más de 200.000 personas. Esa noche cenaba solo, luego de una jornada larga de trabajo en comunidades costeras al sur de la isla. Leía mientras tanto una novela haitiana que narraba la vida de una prostituta en el Puerto Príncipe de bajo fondo, alucinante y rudimentario, pero tan similar a cualquier ciudad en la escala de las pasiones, los deseos, y demás alfileres con que nos punzamos los seres humanos que la utilizamos. A la ciudad, quiero decir.

Un viejo amigo, de esos que tienen la virtud de aparecerse en la esquina más improbable del mundo, llegó para invitarme a acompañarle en una “mesa de tragos” en otro lado del hotel y para ayudarle “en una conversación sobre cambio climático y desarrollo comunitario en el país”. Más que esto último, la promesa del ron sour y de la compañía fueron contundentes y le acompañé a la mesa donde estaba un grupo pequeño de alemanes que estaban en visita oficial.

Un tipo con aspecto de importancia tímida y camuflada se revolvía en una conversación, que vistosamente le aburría, sobre las prostitutas en el puerto de Hamburgo, y las digamos pintorescas relaciones comerciales de quienes lucran con ese triste negocio. Cuando supo que era tico, desde el fondo del vaso de ron que se empeñaba en acabar, masculló algunas palabras que querían decir que sabía de algunos de esos negociantes que venían regularmente por mi tierra. Hasta ahí, la conversación no parecía para nada aproximarse a algo tan aburridamente serio como el cambio climático y por el contrario amenazaba quedarse en una cansada serie de historias sórdidas y morbosas sobre los puertos del mundo y su oferta sexual.

En un quiebre afortunado, hice un comentario sobre la Isla de la Tortuga, en el norte de Haití, y comenté que acababa de releer un libro de Salgari, donde el Corsario Negro se enamora y organiza una invasión a Maracaibo desde su refugio en esa Isla. El alemán se animó y me contó una fabulosa historia sobre las relaciones formales de los piratas con la ciudad de Hamburgo, su ciudad, y del final heroico de esos románticos forajidos, cuando el brazo imparcial y olvidadizo de la ley obligó a deshacerse de quienes un día fueron sus protectores. Con más entusiasmo, pasamos por la liga Hanseática y la historias fascinantes de puertos como Amberes, Rotherdam y otro entonces más chiquitos como Amsterdam, y también del papel poco comprendido de los vikingos en la historia Europea.

Thomas Reinecke, mi interlocutor, estaba en Haití con una delegación de la Cruz Roja Alemana, para tratar de cooperar, desde su experiencia como documentalista, camarógrafo y comunicador de primera línea, en el esfuerzo que todavía en diciembre del 2009 tenía un entusiasmo reservado, pero optimista, por apoyar a la población haitiana en su esfuerzo por salir de la miseria y consolidar sus condiciones de seguridad.

Cuando me preguntó mi opinión sobre el país, sobre su gente y sobre su esperanza de progresar, conversamos sobre una característica que aún hoy es persistente en la sociedad haitiana: su capacidad de reír, su inmensa voluntad de recuperarse y de enfrentar la vida sin muchos cobros ni rencores, pero con una conciencia vieja de que nadie de los que está ahí para ayudarles se va a quedar y que siempre volverán a quedar solos, como decía Gallegos: por los caminos y ante la vida.

Con este tema, Thomas me contó su visión, como cineasta, como artista de la comunicación, como alguien que logra comprender a las personas, más allá de las etiquetas. Yo no haría un documental triste, ni conmovedor – me dijo – yo haría algo que resalte ese modo de ver la vida. Algo que con que reír, pero a la vez informarse.  Esa práctica de insistirle a la gente que está peor de lo que ya había notado, no lleva a muchas partes.

¿Ya lo has hecho? – le pregunté. 

... y ahí comenzó la historia y se apareció Rudi.

Por razones personales muy intensas, su amigo Rudi Nehgber constató de cerca la realidad de las mujeres con mutilación genital. Una realidad que muchos hemos escuchado y mirado de lejos, pero que, al saber que cada día 8.000 muchachas/niñas sufren este violento asalto a su dignidad humana, es imposible no sentir un choque. Este incansable alemán decidió informarse, tratar de comprender y sobre todo, privilegio de los que viven como piensan, hacer algo … definitivamente hacer algo.

Normalmente, y aquí comienza para mi la enseñanza esperanzadora, la actitud de las personas sería enfrentar con la fuerza de la ley o con la rabia esta tradición que se fundamenta en referencias a los textos sagrados musulmanes. Atacando su religión y restando crédito a las creencias ancestrales, a la cosmovisiones e invocando la dura pero inútil condena internacional. Al contrario, la propuesta de Nehgber consideró que “la mejor posibilidad para acabar esta sangrienta costumbre se encuentraba en la fortaleza misma del Islam”. 

Entusiasmado, Thomas comienzó a narrar el transcurso de esta idea y su participación en ella: Como se logró crear una alianza que demostró, desde la esencia pura de la religión, que esta práctica es incompatible con el mismo Qur’an y con la ética del Islam. Se desarrollaron las “Conferencias del Desierto” con una profunda participación de líderes políticos y religiosos y se declara la “fatwa del Cairo” (una regla religiosa de seguimiento obligatoria), en la cual se proscribe esta práctica como un delito que no guarda ninguna relación con su religión.

Además, surge una maravillosa idea para el instrumento que sería la principal arma de combate de la Alianza y del acuerdo de Al-Azahr: Un libro, el Libro Dorado.

Este libro, elaborado por la fundación TARGET liderada por Rudi, y las autoridades islámicas, muestra de forma simple y contundente, desde la autoridad de la fe, lo erróneo de esa aseveración, y como la práctica es condenable. Su uso extendido por mezquitas y comunidades a lo largo y ancho del desierto, logró cambiar visiones, condenar y detener en múltiples casos esta situación. Hoy, el objetivo es distribuir el Libro Dorado, de forma gratuita, a líderes religiosos en las mezquitas de los 35 países donde la mutilación femenina es una práctica común. 

Thomas me mira y comenta: 

- La fatwa ha sido aprobada en muchos países y condena a quienes la practican, desde la base del conocimiento, de la lectura y de la comprensión profunda de los sentimientos y de las creencias.

- O sea que el arma de esa lucha son libros – comenté.

- Así  es, se lucha con libros, educando, alfabetizando. Sin cuestionar a las personas con sus valores, y por el contrario, mostrando el violento antivalor que estaban ejerciendo - me terminó de decir.

Thomas Reinecke realizó un documental que se llamó “Die ‘Sache’ [The Matter] – A Crusade against a Taboo”. Con este filme, logró mostrar como esta forma diferente de ver las cosas – concretada en el Libro Dorado – y de dar una lucha real, basada en las acciones concretas, ha tenido un elevado impacto en la situación de miles de niñas y jóvenes. Retrata  a las víctimas, a sus agresores y a quienes toman estas decisiones, así como el trabajo complementario que se realiza, por ejemplo en el hospital que la fundación de Rudi instaló en el desierto etíope.

Die Sache obtuvo la medalla de oro y el premio especial del World Media Festival en 2007.

Hacer caminos. Como lo ha hecho Rüdiger Nehberg, convocando y logrando la participación de miles de personas, que como Thomas Reinecke acudieron a la convocatoria, es una muestra de las soluciones siguen estando en la humanidad, en la calidad que tienen las personas y en la búsqueda incansable de la justicia. Un conjunto de lugares comunes siempre válidos, siempre disponibles, para que no los olvidemos. Los libros, la contundente palabra escrita, siguen siendo un arma filosa y explosiva, para cambiar visiones, para lograr imposibles y, como en este caso, para mejorar la vida de las personas, de miles de mujeres anónimas, condenadas durante tantos años por una historia de prejuicios, olvido y cómodo egoísmo.

Muy entrada la noche salí de la terraza del Hotel Montana para ir a dormir.  Una terraza que hoy no existe, en un edifico donde habrían de morir cientos de personas en tan solo unos días, producto de una de esas realidades violentas que también debe cambiar. Me despedí de Thomas Reinecke, sin cambiar tarjetas, sin hablar de una encuentro o un mensaje que uno sabe que no va a escribir, pero pensando en que por suerte queda gente así, la gente que logra que las cosas cambien.


Enlace a la fundación Target:

El libro dorado:


Thomas Reinecke y su documental:





Thomas Reinecke y Rüdiger Nehberg con los premios del documental.

Imágenes tomadas de la página de TARGET



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Luis Rolando Durán
América Latuanis




martes, 8 de diciembre de 2009

Haitiando 6: Un paso rápido por el sur ... ¿se restituye la esperanza?





Fecha: Diciembre de 1999 (1 mes antes del terremoto de Haití)
Ruta: Puerto Príncipe – Les Cayes - Port à Piment - Port Salud -Camp Perrin - Coteaux...

Una sucesión de ciudades y pueblos, de gente que vive en la aglomerada costa del sur haitiano. Esta zona del país  sobrevive estacionada al pie de la montaña, en los cortos espacios de planicie cultivable que día a día pierde espacio por el movimiento paquidérmico y milenario del aluvión y por la degradación de las la laderas y las tierras que se mueve a un ritmo más acelerado aún, empujado por la miseria extrema de la gran mayoría y por la ambición incontrolada de algunos, pocos y poderosos.




Después de los años trágicos del conflicto, de la caída en el pozo de la violencia y la desazón, la gente en esta zona parece tener su esperanza restituida. Muchas cosas se están moviendo, y esta población  demuestra que en medio del caos y el agotamiento, también hay opciones.

Luego de varios intentos de encauzar programas de desarrollo e iniciativas que puedan tener alguna sostenibilidad, se ha generado una especie de competencia entre los cooperantes, las agencias, las instituciones nacionales, los futurólogos y los astrólogos; sin embargo, no parece que los oídos estén listos para escuchar lo que allá, en la base de las cosas, la gente tiene que decir, proponer o exigir. Los debates continúan centrados en la gran política pública, para cuya implementación no hay un aparato institucional suficientemente sano, y las acciones en el campo se realizan bajo la presión por desembolsar los millones que esperan impacientes para ser gastados.

Este corto viaje por el sur haitiano ha sido toda una enseñanza en ese sentido.

Pobladores trabajando en la construcción de gaviones
Este corto viaje por el sur ha sido toda una enseñanza en ese sentido.


Por un lado, la gente dice: “El problema de la deforestación no es forestal, no es que no sepamos que hay que replantar” “El problema de la relocalización no es que no sepamos adonde ir, o que hay que salir” “El problema es socioeconómico ... si la gente no tiene mejores medios de sobrevivencia, volverá a cortar los árboles para hacer carbón”. Por otro lado en algunas agencias te dicen: “el problema es simple, hay que estabilizar el suelo, plantar árboles y usar opciones energéticas”  “Allá, en mi país, ya funcionó”. Increíble. Después de tantos años, seguir escuchando tanta ciencia inoportuna y mal ubicada. ¡Como si el problema en este país fuera técnico!


Hay un proyecto en Port a Piment, adonde grupos de base se han organizado para realizar obras de protección en el río, desarrollar capacidades técnicas en la población, pagar por el trabajo comunal y dar opciones de corto plazo. Naciones Unidas (PNUD) da un apoyo fundamental para que grupos locales puedan implementar directamente las acciones, sin intermediarios. Favoreciendo el aprendizaje, la capacidad local de gestionar sus propios proyectos, por pequeños que puedan ser. Muy bien, sin duda, un gran punto a favor esta vez. Hay propuestas, organización de base, debate, y mucho, pero mucho trabajo. Y tanta gente que dice que aquí no se puede hacer nada, porque no hay comunidad, porque la gente no se quiere organizar. Sin duda que la sostenibilidad siempre será una pregunta, pero a veces pienso si no seremos demasiado majaderos con esa historia. ¿Sostenibilidad de qué, o en comparación con que?



En este Haití de 2009 el presente es el tiempo de mayor importancia. Al carajo con el cuento de la transición, del pequeño tiempo, efímero, que conecta ayer con lo que viene. Aquí el presente es una larga sucesión de lucha, de espera, de paciencia, que no se acaba nunca. Hoy comí, hoy mis hijos están bien, hoy vendí, hoy encontré. Mañana, quien sabe, queda demasiado lejos, ese es un tema para los curas y los cooperantes. Ese hoy no deja espacio para políticos y politiqueros, sabihondos bien-intencionados, o auditores del deber-ser. 















En Port a Piment pude ver a hombres y mujeres trabajando, bajo un sol de justicia, en la construcción de un muro para proteger sus familias, sus tierras, sus pertenencias. Enfrentando su realidad de forma colectiva, organizada, a su modo. Los hombres apilan y engarzan las piedras en gaviones, las mujeres, cantando en fila india, acarrean el material. Al finalizar la tarde se juntan y dan gracias con sus cánticos vaudou, se miran, se apoyan y sonríen. Siempre sonríen.


A veces pienso que se ríen de nosotros, de nuestras preocupación pretenciosa, de nuestra sensibilidad escasa, de nuestra angustia malinformada e ingenua. Hay tanto que aprender aquí....













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América Latuanis
Luis Rolando Durán Vargas






Otras páginas en este blog, sobre Haití:


Fotos mías y de Jean Renand