lunes, 2 de febrero de 2009

Una vez me encontré con ... un taxista heroico



Alajuela, un día de diciembre de 2002. Posiblemente.
-¡Taxi! ¿está libre?
-Sí, claro pase.
-Buenos días, me lleva al Cristo de Sabanilla.
-Okey. 
-Y de donde viene el señor?
(ay no, que pereza,  yo con ganas de dormir, con los taxis del aeropuerto nunca puedo!) 
-De África señor

Pensé en una respuesta rápida, y sobre todo pensé que el tipo no iba a tener idea de adonde había estado antes de las 50 horas de avión y aeropuertos que me había tenido que sudar.  Así que le dije así nomás, África.

-¡Ah sí! 
-¿y en que parte de África?
-(mierda, resultó curioso) De Angola señor – le dije muy cortante y con un poco de arrogancia.
-¡Ah sí! ¿y de que parte de Angola?

A ese punto ya me había resignado a no dormir y me había incorporado en el asiento, a mirar mejor la mañana. Me encanta llegar a San José temprano, porque el verde y el azul son muy intensos.  Sobre todo en verano, cuando el aire frío deja ver bien las montañas de la Cordillera Central y de los Cerros de Escazú.

Y bueno, que le iba a decir a este taxista tan conversador y curioso. Adopté una actitud erudita y pedante, debo reconocer, y le comencé a explicar.

-Bueno, en Luanda, que es la capital, en Benguela, que es una provincia cercana, más al sur …
-Benguela, que linda ciudad
-Ah!! ¿Usted conoce Angola? (ahora sí que estaba sorprendido)
-Pues sí, fíjese usted – Tomo una larga bocanada de aire, y luego me dijo - Llegué en barco con las tropas cubanas, antes de la batalla de Quifangondo.
-¿Usted es cubano?
-Si señor, pero hace años que vivo aquí.

Claro, eso era. Su acento no era ni tico ni nica. Me costaba adivinarlo. Pero muy detrás de su jerga josefina podía identificar un desteñido tono cubano.

-¿Conoció Cuito Canavale? – me ripostó, como dicen nuestros sesudos narradores de futbol.
-No, no. Además de Luanda y Benguela solo estuve en Zumbe – le dije, ahora con un repentino tono de humildad.

La batalla de Quifangondo. Como en el cine, un flash back me golpeó en la cabeza y recordé lo que me había pasado dos semanas atrás. 

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Me quedaba en Luanda en la casa del señor Ferreira Martins. Un sábado me invitó a salir con él, tenía que hacer unas compras y quería mostrarme de lejos el gigantesco mercado informal de “Roque Santeiro”. Pasamos la zona del puerto, las aduanas y bodegas y seguimos rodando varios kilómetros. De pronto me dijo:

-Ah, Rolando. Estamos en un sitio histórico! Aquí se libró una de las batallas decisivas para la independencia de Angola y la instalación del gobierno del MPLA. Subamos, hay un lindo monumento en homenaje a los cubanos.
-¿Los cubanos? Supongo que estuvieron luchando en esa batalla.
-Fueron decisivos, sabe. Tengo varios familiares que estuvieron ahí.

Observé el monumento lo más cerca que pude y desde ahí arriba miré hacia al mar. La desembocadura del río Bengo, el puente y la carretera que circulaba suavemente muy cerca de la costa. Trataba de pensar pero se me hacía difícil … el panorama, la historia, estar en un sitio donde tanta gente combatió y murió por ideales fuertes, ideales que yo también compartía ….

Noviembre de 1975. La capital estaba perdida. La guerra estaba perdida. Las fuerzas de Holden Roberto, una mezcla de portugueses angolanos y soldados de Zaire, apoyados por los sudafricanos, habían derrotado al MPLA en Puerto Quipiri y avanzaron hasta cerca de 30 kilómetros de la capital. La ciudad estaba por perder su última línea de defensa y las fuerzas angolanas eran novatas, recién entrenadas. Mucho del material de guerra disponible no lo sabían usar. Y el enemigo no solo estaba entrenado, sino que traía contingentes sudafricanos disfrazados de mercenarios, entre otros.

- Angola, Rolando, estaba perdida. ¡ Justo el día antes de declarar la independencia!

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El taxista mira la carretera y sigue contando:

…Salimos de la Habana en un barco carguero. Éramos un grupo de jóvenes, la mayoría. Yo ya no había hecho un servicio voluntario, pero me llamaron y acepté ir. Todo el mundo quería ir. Era un operador especializado de tanques.

Nos metieron en la bodega de un barco carguero y desde las primeras millas empezamos a escuchar aviones sobrevolando. La CIA sabía que habría un movimiento de apoyo y fotografiaban todo lo que se moviera desde Cuba. No podíamos salir, porque si miraban más movimiento de lo normal se justificaría un ataque y nuestra llegada a Angola no se iba dar nunca.

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-Pocos días antes, un contingente cubano había llegado por mar. Sabían operar el equipo militar que ya estaba desplazado aquí. Mire, aquí mismo, al frente del río Bengo y justo antes del puente.
-Los cubanos desembarcaron e inmediatamente tomaron posición junto a nuestra gente de las FAPLA. Todas las fuerzas enemigas ya estaban disponibles, con muchos pertrechos y apoyados por la fuerza aérea sudafricana. 
-Pero empezó la batalla y encontraron una oposición que nunca hubieran esperado. 

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Llegamos frente a Benguela, más bien al puerto de Lobito. Sabíamos que los sudafricanos querían impedir nuestro desembarco y que iban a tratar de aproximarse en el momento en que empezáramos a salir. Nuestros buzos zapadores se lanzaron al mar y protegieron el barco con minas, ahora nadie podría acercarse y comenzamos el trabajo. 

Fue una locura, solo recuerdo que tocamos tierra y había fuego intenso. Los compañeros bajaron y comenzaron a operar la artillería.

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-Ese día, 1000 cubanos y los  angolanos lograron repeler una fuerza impresionante que ya incluso tenía impresas las invitaciones para la fiesta en Luanda.

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-Los sacamos de ahí, tuvieron que huir porque se les había acabado el paseo.
-Y bueno, después  estuve en Benguela y en muchas partes más. 
-De Cabinda a Cunene – le dije (una expresión que usan en Angola para decir todo el país)
-De Cabinda a Cunene, si señor!

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El taxi seguía avanzando y ya estábamos cerca de mi casa. Me contó, todavía con horror, las cosas que las fuerzas de Savivimbi (la contrarrevolución apoyada por los gringos y los sudafricanos) le hacían a cualquier cubano que capturaran. 

-Dicen que Sabimbi se comía el corazón de los prisioneros, para darse fuerza, pero lo derrotamos, si señor.

Yo pensaba en la casualidad. En como la vida lo lleva a uno por puntos de inflexión en la historia de los pueblos y la historia de las personas. Había estado en aquel punto lejano, allá en tierras angolanas, donde probablemente estas personas que había conocido en plazos cortos y distancias tan largas,  se habían encontrado o simplemente coincidieron, sufrieron y vivieron con intensidad sus vidas particulares y su historia.

Llegamos al portón de mi casa. Tenía un mes y medio de no ver a mis hijos. Pero este señor y yo nos quedamos casi dos horas ahí afuera. Contó hasta que se cansó o hasta que se dio cuenta que debía trabajar. Yo lo escuchaba y de vez en cuanto le contaba algo de lo que había visto, solo unos días atrás. Sus ojos brillaban cuando escuchaba sobre sitios conocidos.

Fue  un largo recorrido de su paso por Angola, de sus amores … de su deseo de volver.



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(hay muchos textos sobre Angola y la batalla de Quifandongo. Me gusta mucho el reportaje de García Márquez, que se llama Operación Carlota, sobre Cuba y Angola). Lo recomiendo.



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Luis Rolando Durán
América Latuanis