jueves, 7 de marzo de 2019

Benin: el pasado que no admite olvidos




En estas últimas semanas he estado trabajando en África occidental. Ya había tenido la experiencia de trabajo en Sierra leona y ahora me encuentro en Benin apoyando al gobierno en el tema de gestión de riesgo y adaptación al cambio climático.

Desde el primer día Benín me ha sorprendido por muchas razones. Después de haber trabajado en varias islas del Caribe y en poblaciones de América latina que basaron su desarrollo sobre el comercio de esclavos, ahora me encuentro al frente, al otro extremo, en la orilla de partida de esa realidad tan brutal, que ha caracterizado nuestra "humanidad".

Visité la ciudad de Ouida donde se estableció uno de los mayores puertos de salida para el comercio de esclavos. Una experiencia cargada de humanidad, de la humanidad que avergüenza y de la humanidad que da esperanza.

Tuve la oportunidad de recorrer el camino espantoso por el que pasaban miles de hombres mujeres y niños, desde los depósitos donde los esclavos eran guardados como mercancía, menos que objetos, hasta llegar a lo que hoy en día se llama la puerta del no retorno. 

Haití, absolutamente presente en Benín.
Dos historias, un origen

La puerta del no retorno


Detalle de la puerta del No Retorno. Sobran las palabras, solo queda contemplar

Al mirar a través de ese arco que da al mar creí sentir en mi espalda el peso acumulado del llanto, la desesperación y quizás lo peor de todo, la incomprensión de lo que estaba pasando. Humanos engullendo humanos, barcos poderosos que trasladaban su mercancía de carne sin nombre y de vidas con precio. La puerta del no retorno no solo implicaba eso, sino que era la salida un mundo de vejación, de historia borrada y de pérdida de la dimensión humana, del reconocimiento mismo de personas, familias y pueblos.

Todos los momentos de nuestra humanidad han tenido episodios extensos de esclavitud, y duele pensar que aún hoy, con todo lo que se ha logrado en materia de derechos humanos, estamos lejos de saldar esa deuda con nuestra propia naturaleza y, principalmente, con la gente que la sigue sufriendo.

Ouida también me han servido para reflexionar sobre el mundo que vivimos, A veces con una total decepción pensando que seguimos siendo esa monstruosidad grabada en piedra y sangre; a veces todo lo contrario pensando que hay un futuro, que las cosas han cambiado y que el deseo de justicia es terco y no se rinde. 

A pesar de las traiciones, las componendas y la corrupción siempre hay alguien que se levanta y se niega, siempre hay multitudes empujando el cambio, siempre hay héroes cuya historia no sabremos, que se sacrifican y lo dan todo para que la humanidad de un paso más hacia delante, hacia un estado de mayor justicia.








Reflexionando sobre esto en Ouida me encontré con un grupo de niños que venían de su escuela para visitar el monumento. Corrían saltaban y se acaban sus teléfonos celulares, quienes lo tenían, y sonreían desde la realidad de su vida de hoy. Cuando nos vieron quisieron sacarse fotos con nosotros. La imagen me pareció poderosa, de un lado la de historia tan brutal de la esclavitud y frente a ella una juventud que se enfrenta al reto al reto de la vida, con nuevos instrumentos, con nuevas opciones.


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Luis Rolando Durán Vargas
América Latuanis