viernes, 22 de julio de 2011

Una vez me encontré con ... Un viejillo que quería pelear

























– ¡Esta negativa suya y del gobierno solo muestra la incapacidad que tienen para escuchar y para entender a la gente de este país….! –


Todo el mundo en la sala de reunión se miró…


En abril de 1991 un “furioso terremoto” sacudió el este de Costa Rica y el oeste de Panamá, dejando la provincia de Limón, en el Caribe, fuertemente afectada. Miles de casas dañadas, puentes, carreteras, línea férrea, entre otros, fueron los efectos más visibles. A pocas horas del "meneón" se reveló una situación de fantasía: la corteza terrestre se levantó un metro y medio en la costa limonense y se hundió lo mismo en el litoral fronterizo con Panamá. Los peces, desconsolados, se tostaban al sol porque de pronto se quedaron sin agua. El coral quedó expuesto y por uno momento, las historias apocalípticas se volvieron reales.

  
En un país sin ejército la logística para atender un desastre es un verdadero dolor de cabeza. No hay aviones, no hay helicópteros, no hay grupos disciplinados que sigan órdenes, y al contrario, todo el mundo quiere opinar, todos tienen una mejor opción, cada cual tiene un primo o una tía que opina que las operaciones deberían manejarse distinto, y conocen a un científico en los Estados Unidos que vio una luz roja encenderse en una pantalla y, con eso, el destino catastrófico de nuestro país quedó sellado.

Por otro lado, mover la maquinaria de un Estado en donde para todo hay que pedir decenas de permisos, es una catástrofe tan grande como la que genera la gelatina que flota en nuestra mazamorra tectónica.

La cosa es que el destino me tenía a cargo de la Dirección de Planes y Operaciones de la Comisión y de coordinador del Centro de Operaciones de Emergencia. Me tocaba coordinar el equipo que tenía a su cargo el trabajo en toda la zona de impacto. Esa historia ya la conté antes, así que don gorri bi hapi porque no la voy a repetir.


(ballet improvisado en el puente sobre el Río Bananito, arrasado por el terremoto)

Limón era, y sigue siendo, la zona con más problemas socioeconómicos del país, la más deprimida y la más olvidada en todos los procesos de inversión, objetivos de desarrollo y demás. Por lo tanto, es también una zona de permanente conflicto social, donde muchas personas y organizaciones tratan de consolidar su posición, ganar espacio y llevar resultados para la gente. En ese tren de cosas, desde mi posición en el Gobierno establecí varias alianzas con grupos – que quedarán anónimos, hasta que la muerte, o una copiosa mesa de tragos, nos separe – con la idea de llevar recursos rápidos a muchas personas que, de otra manera, tendrían que esperar sentados a que la eternidad llegara.

En una de esas matráfulas, un entrañable amigo, (líder ambientalista en oposición abierta a la explotación maderera, que habría de morir poco tiempo después en un sospechoso incendio) me propuso que apoyáramos un grupo de organizaciones de base que estaban coordinando para llevar la reconstrucción más rápido a quienes la estaban necesitando. En ese contexto de completo caos, desarticulación y pleitos entre tirios y troyanos, encontrar un grupo que estuviese coordinando algo era todo un acontecimiento. Así que bueno, manos a la obra, le dije.

La idea, en general, era llevar recursos para la auto-reconstrucción. Primero hubo una propuesta que parecía genial: ¡compremos una bloquera! (equipo industrial para elaborar bloques de cemento para construcción), se la damos a un grupo urbano en Limón y que ellos mismos hagan el material para reconstruir sus casas. ¡Buenísima idea!, además, les damos acceso al banco de materiales y la reconstrucción avanzará a golpe de tambor.

Ingenuos nosotros que todavía creíamos que la organización local per se era la respuesta que estábamos buscando: la bloquera fue comprada y donada a las organizaciones de base, pero nunca logró llegar a su destino. Aún hoy, veinte años después, algunos pedazos de ese equipo deben de estar contribuyendo con su herrumbre a la regeneración de los minerales planetarios. Las organizaciones se pelearon, nunca decidieron quién era el dueño y el resultado fue la más completa inmovilidad.

Segundo intento, y ya viene la historia prometida:

El terremoto dejó miles de árboles maderables tirados en los cauces de los ríos. Los deslizamientos, en muchos casos, arrasaron con toda la cobertura vegetal en grandes extensiones en Talamanca y el Valle del río la Estrella.


– ¡Esa madera la podemos aprovechar, puesto que ya está caída. Si la aserramos podemos ayudar a reconstruir decenas de casas!

Ahora sí, los grupos en Talamanca estaban mucho mejor organizados, no había tanta lucha por la visibilidad, la prensa, y la rentabilidad política, así que las posibilidades de éxito eran mayores.

Eran...

Organizamos una propuesta que implicaba la compra de cuatro sierras de “alto poder” con las cuales se aserraría la madera aprovechable, y se sacaría materia prima invaluable para reconstruir. Otra vez, el banco de materiales complementaría y las organizaciones de base de Talamanca reconstruirían mucho antes de lo que haría el Gobierno. Listo, plan perfecto, propuesta elaborada, mi nombre afuera, para no dar color y el grupo de negociación partiría tempranito para San José. La consigna, volver con el acuerdo de las cuatro sierras; había confianza y el plan era redondito.

Mi parte era conseguir la cita con el Jefe y portarme mal con el grupo visitante. El duro funcionario que no está dispuesto a cederle espacio a grupos “no gubernamentales” con tufillo a comunistas. ¡No señor, aquí estamos nosotros, los del gobierno, para resolver lo que la gente necesita!. En un momento dado, si las cosas corrían bien, me ablandaría y recomendaría a las autoridades apoyar el proyecto.


– Buenas tardes.

– Buenas tardes, siéntense. Bienvenidos a la Comisión.

– Gracias señor. Somos el "grupo organizado pro reconstrucción de Talamanca" y tenemos una propuesta para ustedes.

El líder del grupo hizo gala de buen negociador, parsimonioso, calculador y sobre todo un buen manejador de las tensiones en la mesa. Explicó el proyecto muy bien, reaccionó correctamente a las preguntas de nosotros, los funcionarios inquisitivos y un poco arrogantes.

– Excelente proyecto! Esto es lo que se necesita. Un buen acuerdo entre el Gobierno y las organizaciones locales – dijo el Jefe – ¿Qué opina el equipo técnico?

–….

– Muy bien, si todos estamos de acuerdo entonces procederemos de inmediato a comprar todos los materiales. Les ayudaremos con el transporte, el combustible, y lo demás. Claro, debemos tener permiso de la Dirección Forestal, porque es delicado mandar unas motosierras tan grandes a Talamanca.

– Claro que sí – respondió el líder – Nosotros somos precisamente un grupo de organizaciones ambientalistas, así que también seremos vigilantes de que no se toque un solo árbol que esté en pie.

Miradas satisfechas, ruido de sillas que se mueven, la tensión que baja. Chayito que entra con el café y las galleticas. Excelente ejecución del plan, ya lo celebraríamos después con birrita y chicharrones.

Entonces, apareció él...


– ¡Esta negativa suya y del gobierno solo muestra la incapacidad que tienen para escuchar y para entender a la gente de este país….! –

– ......????

Todos, creo que por primera vez, lo miramos. Había llegado con la delegación negociadora y estuvo callado durante toda la reunión. Cuando le vi la cara recordé que me había extrañado un poco su actitud. Parecía ausente de la reunión y tenía los dientes apretados. Como hablando consigo mismo.

– Nosotros no nos vendemos a ustedes. La petición que traíamos era una mierda comparado con toda la plata que van ustedes a malgastar. ¿Dónde están las donaciones? ¿Por qué nos dicen que no?

En cámara lenta toda la sala comenzó a moverse. El líder movía la cabeza en actitud de negación y se ponía una sonrisa que parecía una mueca. Comenzó a balbucear mientras le sonreía al Jefe y trataba de desviar la atención. Mi amigo salió de la segunda fila de sillas y comenzó a moverse hacia el viejillo. Primero un pie, luego la mano extendida, una cara de putiasón y desconcierto. Nosotros, mirábamos hacia todas partes, con la cabeza en péndulo, sin saber realmente qué hacer.

De pronto un golpe seco en el escritorio volvió a acelerar la escena y las cosas volvieron a su ritmo normal y pudimos respirar, hasta que el jefe comenzó a vociferar.


-¡A mi nadie me viene a levantar la voz en mi oficina! ¡Usted quién se cree!


Mientras decía esto y se ponía rojo, el Jefe seguía golpeando el escritorio. Primero con un dedo, después con el puño.

-¡Ahora no les vamos a dar nada, se acabó la negociación!

En un guiño la escena se resuelve: mi amigo, y el resto del grupo, agarran al viejillo por la camisa y lo arrastran dulcemente para afuera. El señor estaba en éxtasis, su sueño de toda la vida se había cumplido. Había llegado a las entrañas del poder y lo había enfrentado, le había restregado en la cara su indignación y sus años de espera. La misión que se puso al salir había sido ejecutada: nos iban a decir que no y nos íbamos a desquitar, mandándolos a todos a la mierda.

¡Excepto porque nos habían dicho que sí!


El líder se recompuso, volvió a sonreír y respiró.

– Disculpe señor Director. Algo le pasó a nuestro colega. Tiene presión alta y azúcar en la sangre.

– ¡Hágame el favor y sale!– ladró el Jefe, con la cara todavía roja

-... ¿y quién fue el güevón que trajo ese grupo aquí? – vociferó cuando solo estábamos los de la planilla.

Después de unos minutos de mucha tensión logramos convencerlo de que el acuerdo era bueno, y que ganaríamos más apoyando esos grupos, que teniéndolos de enemigos. Para mi satisfacción, se volvió hacia el administrador y le dijo que siguiéramos adelante.

– Aprobamos el proyecto. Háganse cargo de coordinar. Y por favor, no quiero ver esa gente por aquí nunca más.

– Claro Jefe. Así será – le dije – Yo me hago cargo de coordinar la compra de las cuatro sierras.

-Tres, Rolando. Solo tres. Ese viejillo tendrá que pagar las consecuencias.


Del ahogado el sombrero, y al final la cosa salió muy bien, se compró el equipo (tres, por supuesto) y fuimos muchas veces a Talamanca a ver los resultados. Gerardo Quirós, Victor Fallas y mucha gente más se encargó de apoyar “el proceso” como le llamamos ahora a las matráfulas de entonces. Se logró demostrar que la comunidad podía hacerse cargo de su reconstrucción, si tenía un poco de apoyo.


























El amigo murió - o lo mataron - nos dejó su sonrisa, el recuerdo de su barba hirsuta, muchos momentos que no se van y  muchas enseñanzas. También muchas dudas por lo que le pasó, una muerte que se quedó impune. Mucha gente ha seguido la lucha de Oscar Fallas. Se le recordará siempre.





Del viejillo, como es de esperar, nunca volví a saber nada. Todo el mundo se olvidó de él. Recuerdan el estropicio que dejó, pero nadie tuvo bien claro quien era. O nadie quería saberlo.

Nunca podré olvidar su cara de alegría, cuando lo iban sacando, halándolo del cuello de la camisa.


Había tocado la gloria, le había gritado en su cara, la había mordido, y eso sí que debe valer la pena!
  

---------------

Luis Rolando Durán
América Latuanis







No hay comentarios:

Publicar un comentario