domingo, 22 de agosto de 2004

Haitiando 2: Saint Marc y Desdunes





Fecha : Marzo 2004
Ruta :  Puerto Príncipe – Mirbalais – Saint Marc  - Desdunes


Desdunes es una pequeña comunidad, de unos 10,000 habitantes que queda en el municipio haitiano de Artibonite, cerca de Saint Marc, en la zona de planicie frente al mar Caribe. Llegar solo a Saint Marc, en época de convulsión política era de por sí muy complicado y el viaje se realizó por una antigua carretera que lleva a la zona central del país (Haut Plateau Central), puesto que debía pasar por la comunidad de Mirebalais.

En el camino, las fuerzas irregulares de Guy Philippe, el extraño general que encabezó la revuelta contra Jean Bertrand Aristide, estaban apostadas a su gusto, realizando los controles de seguridad y tránsito, pese a que en el país ya estaba instalada la fuerza de paz de las Naciones Unidas. Llegando a Mirbalais, un niño de unos 14 años, con una ametralladora AK47 en sus manos, detuvo el carro de la Cruz Roja Francesa en el que viajábamos. Mirarlo, a su edad, con su traje descocido de militar antiguo, y con la vida de todos nosotros en sus manos bisoñas, preocupaba con hondura, pero más profunda podía ser la sensación de dolor e impotencia ante un hecho como este, tantas veces repetido. 

Para subir a la meseta central, es preciso atravesar buena parte de la planicie frente a la bahía de Puerto Príncipe, para luego comenzar a subir por una carretera alucinante, que parece sacada de una fotografía de la Segunda Guerra Mundial: algunos islotes de asfalto aquí y allá, sirven para recordar que antes trató de circular el progreso. Hoy, esta ruta está llena de profundas excavaciones de material, que exponen al cielo abierto la entraña nacional.

Desde Mirebalais se observa el Valle del Río Artibonite. Una región rica, que aporta al país una gran parte de la base alimenticia y de la dinámica económica. El río Artibonite baja caudaloso e irriga esta zona, hasta llegar a las planicies, que muy frecuentemente inunda. En uno de los extremos de la bahía de la Gonave está Gonaïves, la tumultuosa ciudad de donde salió la independencia y muchos otros movimientos populares, casi al centro de la Bahía se encuentra Saint Marc, un municipio costero.

Esta zona vive en inundación casi perenne. Uno de los principales problemas tiene que ver con el manejo de las represas hidroeléctricas en la vecina República Dominicana. Cada vez que abren las compuertas, las comunidades aguas abajo sufren inundaciones y avalanchas. La misma historia de siempre, donde las empresas consideran la destrucción y muerte de otros como fuerza mayor, y razón de protección de la inversión y la infraestructura.

Sin embargo, la población de Saint Marc y varias de sus secciones comunales tratan de manejar la situación, aún en medio de la carestía total, tanto de recursos como de opciones. La Cruz Roja Haitiana, con apoyo de la Cruz Roja Francesa desarrolló un proyecto para apoyar la organización comunal, y aportar al menos algunos elementos para mejorar su capacidad de “autoprotección” que más o menos quiere decir “dado el abandono y las limitaciones, hagamos lo que podamos”. En este contexto, en la comunidad de Desdunes se organizó un puesto de socorro, con un mínimo de materiales para atender las frecuentes situaciones de emergencia que se dan. 

La comunidad, asentada en una planicie que a veces es polvo y casi siempre barro, es una reunión de construcciones mínimas de adobe. Cuesta imaginar como resistirán la próxima lluvia. Pero la gente está ahí, alrededor del pequeñito “post de secour”, unos hablando, otros gritando, otros mirando socarronamente, probablemente burlándose de nuestra angustia compungida, de nuestras ganas ingenuas de quedarnos y ayudar en algo. Los blancos que llegan con radios y medicinas y luego se van, con la libreta llena de garabatos y dibujitos, con las intenciones henchidas y la nariz saturada del olor a barro y a gente, a humanidad básica.

El puesto es una cuadrado de 2 x 3, con algunos estantes y una camilla. Es parte de una casa de adobe, pequeña, mínima. El espacio fue cedido por los dueños, para uso comunal. Aún en la mayor de las necesidades la gente da, la gente presta, cede para otros. 

En medio de la conversación me logro escabullir. Detrás, sentado en el barro seco hay una persona. Un hombre recio, que se adivina muy alto. Juega con una varilla y mira al vacío. Su cara negra, parece labrada en relieve, tan llena de barro seco como su casa, su cuarto y sus hijos. Observa desentendido, ajeno al barullo de la visita. Parece uno de esos a quienes nada le vale, de los que no se integra ni participa. Me siento a la par de él, en el irrenunciable barro y no se que decir. Quizás porque no tengo absolutamente nada que decir. Me mira, profundamente, con unos ojos llenos de pequeñas líneas rojas. Tampoco me dice nada.

Alguien se acerca y lo saluda. Le pregunta porqué no está en la reunión, si la casa es de él y también el esfuerzo de organizar la comunidad. El lo mira, igual que a mi, y sigue sentado, jugando con su varita, mirando al vacío. Mirando al barro, fuente y final de todo lo que nos rodea.


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Luis Rolando Durán 
America Latuanis